jueves, 10 de octubre de 2019

Plantas

Mientras tanto, temas de los que es más fácil escribir: exploración del mundo de la ecología y la botánica. 

El camino está registrado en Instagram pero desde acá puedo aportar más a la reflexión, a compartir impresiones a dejar notas más claras sobre la incursión en el cuidado de "las plantas". Llevo al menos cuatro años intentándolo desde el lento y torpe paso de quien no está habituado a ello y que tampoco tiene personas cercanas que conozcan del tema.

Cuento sí, con la capacidad de preguntar al jardinero que viene mensualmente, de la posibilidad de informarme con los tutoriales disponibles en el internet, del conocimiento de que hay varios grupos sociales locales vinculados con el tema.

La iniciativa juega con dos lugares: la casa, como punto base de "los experimentos" o aprendizajes y, el colegio, que es el lugar al que llevo las cosas logradas. Mi meta allá es poder contagiar la conciencia y hábitos que adquiero acá.

En el post de hoy simplemente voy a registrar los experimentos con tres cosas: una planta trepadora, una piña y una lombriz de tierra.

La trepadora. Aún no identifico su nombre, será agregado aquí luego. La tomé de las plantas de casa. Corté uno de esos puntos gruesos, apartados del tronco pero que son punto de origen de nuevos tallos. La puse en dos lugares: en agua, que es algo que ya he visto alguna vez y sé que funciona y, en tierra, por puro el gusto de comparar experiencias. La de agua no deja ver aun la "pelusa" de la que me habló el jardinero pero, sin embargo, muestra nuevos tallos que están surgiendo. La de tierra, pues se secó y murió al no tener raíces desde las cuales proveer de alimento a su organismo. La sugerencia del jardinero fue que, una vez que tenga raíces la siembre en limo. Podría ser junto a una bolsa pequeña aun.

Respecto a mis intenciones en el colegio con esta planta: deseo comenzar a cubrir la pared exterior del mismo, pues suele ser un problema para pintar y luce descuidada. Tratan de pintarla, de vez en cuando con pinturas de alumnos sancionados pero la iniciativa no es convincente. Además, al pie de la pared tenemos acumulación de basura. Sin belleza no atraes belleza. Tengo algunos reparos también: creo que el sector tiene mucho polvo, que a las personas cercanas le falta una cultura de cuidado (por eso tenemos un basural afuera), que no cuento con docentes motivados a ello y que no hay una fuente de agua junto a la pared exterior que permita que su cuidado sea fácil. Sin embargo soy tozudo y confío en que el cuidado gradual que ya llevo con otras plantas e iniciativas en el colegio me permita seguir incrementando esta sensibilidad y la posibilidad de cuidado de esta planta en el futuro. Vale la pena intentarlo.

La piña. Encontré el tallo, entre otras, lanzado al suelo en el mercado de la Avenida Casuarina. Estaba en mis días de euforia de experimentar y lo tomé. Pregunté a una vendedora que los había puesto ahí  si valdría la pena hacerlo y me dijo que sí. Me sugirió que lo ponga en agua hasta que surgieran raíces y que de ahí lo pusiera en tierra. Ya había hecho esto una vez antes con buenos resultados así que me pareció genial hallarme ante una nueva prueba similar.  Y así lo hice. Con el tiempo, no lo tomé por desgracia, asomaron las raíces y la puse en tierra y no solo sobrevivió sino que comenzó a hacer crecer sus hojas.

Sin embargo, aquí aparece el choque de hábitos. La sembré en un espacio de casa y le daba la vuelta entre semana (una vez a lo mucho...) pero, sobre todo, los fines de semana. Todo bien hasta que la perra de casa, Mika, pareció descubrir algo encima de ella, en la pared. Me demoré semanas en trasladarla a un macetero y la piña pasó a estar bastante destruida. En el macetero cometí un segundo error: la regué de más y me la regaban de más. Las hojas se comenzaron a poner amarillas. Eso, por supuesto, no lo tenía del todo claro yo pero me lo confirmó el jardinero. Esto ha sido muy reciente. Me da esperanza que entre las hojas amarillas hay una nueva de color verde y, por supuesto, la palabra del jardinero que dijo con mucha frescura y seguridad que sí valía la pena continuar.

Palabras que sobre ella me quedaron: "es una planta de sol y agua, pero no de tanta agua. Riéguela cada 3 días pero no con demasiada agua". Yo me quedé embobado con lo sol y agua imaginando el sol.

La lombriz. Supe que la tierra de las jardineras del colegio es tierra de relleno. En pocas palabras, que las plantas que están en ellas viven y crecen de milagro. De seguro de la poca tierra propia con la cual fueron transportadas. Dado que no tengo el dinero ni el tiempo para comprar y transportar tierra con frecuencia pensé que tal vez, como estrategia complementaria podría aprender a "cultivar" lombrices y, de ese modo, contar con una ayuda interesante en el proceso de reestablecimiento de la tierra. A la vez, como un modo adicional e interesante de transmitir el cuidado por los seres vivos. Las plantas no se mueven y la atención que despiertan es lenta. Pensé que tener seres vivos que se mueven y con el plus de ser monstruosos, como las lombrices, podría ayudar a incrementar este interés y sensibilidad.


Al momento sé poco de ellas. Solo que son ciegas, salen por la noche, requieren tierra húmeda y que sus heces dan lugar al humus que es un complemento de la tierra muy bueno.

Tristezas en el proceso con ella. Cuando fui a buscar alguna en un vivero, dado que no las encontraba en las plantas del jardín de casa, me ofrecieron algunas (un par o más). Por un dólar, apenas. Me pareció excelente. Luego, la persona que me las estaba separando separó una lombriz bien grande, pensé "mucho mejor". Cuando llegué a casa y revisé me había dejado solo con esa lombriz. O sea, con la imposibilidad de generar un grupo de lombrices para reproducción. Me pudo haber vendido más por más valor... En fin. Ayer pedí al jardinero me mire alguna más, dado que yo no había dado con ellas en mis escaramuzas por el jardín. Espero lo haya recordado. Sino, pues tendré que buscar mejor. La que tengo en casa, eso sí. Está feliz. alimentándose de "tierra buena" que compré cuando me la vendieron.

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