domingo, 18 de diciembre de 2016

Lecturas: Divina Comedia

Durante los últimos meses me di el tiempo de leer La Divina Comedia. La compré en Antares porque era más fácil de cargar, no era tan cara y contenía una versión en verso que parecía adecuada.

Sobre la edición. Una importante limitación de la edición de Antares sí fue que, aunque el estudio introductorio lo hace alguna persona de la Academia Española, no deja claridad sobre el autor de esta versión de la traducción. De todos modos no la consideré una "mala" versión. Y lo sé, que alguien de la Academia de la Lengua diga algo no lo hace mejor pero, para el caso, lo hace más fiable.

Sobre el texto. No voy a relatar la estructura de toda la Comedia pero sí puedo recordar a los lectores que esta contiene tres cantos: Infierno, Purgatorio y Paraíso. En cada uno de ellos Dante describirá nueve niveles que, de acuerdo al canto, representan zonas de castigo, purgación o deleite y conocimiento divino. El guía a través del viaje del Infierno y el Purgatorio será Virgilio; la guía del Paraíso, una mujer -si se puede llamar así a una figura tan ideal- llamada Beatriz. De la mano de ellos Dante podrá conocer las diversas formas de castigo o deleite que esperan a quienes se esforzaron por cumplir los preceptos de vida correctos de acuerdo al pensamiento de la época de Dante (aún medievo).



Entrando ya en mis apreciaciones...

Las reacciones de protagonistas y los personajes en la obra

Lo primero que me pareció interesante fue la manera de reaccionar de Dante ante diferentes cosas : no sólo mira, también alaba, impreca, se asusta, se cansa. Y no sólo eso, también reaccionan ante Él, Minos, en la entrada del Infierno lo increpa, paseantes del Purgatorio se asombran ante su sombra, personas en el Infierno piden sean enviadas advertencias a sus seres queridos y así.

Sobre los guías de Dante

Virgilio. Las más de las veces será sostén de un Dante cansado o demasiado entristecido para continuar. Sin embargo, lo que es más fascinante es poner atención a la manera en que razona ante diferentes situaciones (p.e. ¿cómo subir el monte del Purgatorio con un mortal?) o también sus gestos para sostener a Dante. A veces bastan una mirada, otras veces son palabras de aliento e, inclusive, hay ocasiones en que se disgusta. Este último detalle me hizo la lectura más interesante pues, al haber sido Virgilio un poeta real y notable, me interesaba mucho la manera en se supone se comportaría.

Sobre Beatriz. Ella me llamó menos la atención. Me explico: a diferencia de Virgilio, Beatriz es una figura abstracta, inventada para ser guía en el relato e, inclusive representar algún tipo de forma de acceso a la virtud. Eso puede tener un interés filosófico fascinante, sin embargo, condiciona mucho los diálogos que pueden surgir desde su voz. Al hablar con Beatriz lo que recibimos es un retahíla de imágenes que en la actualidad dicen poco; Beatriz, más que ser demasiado correcta, parece ser vacía. Sus razones son razones futuras y, nuestra era requiere utopías vinculadas con historias de vida, no sólo principios. Tampoco necesito una Beatriz emo, sobreviviente y oscura, como es nuestro nuevo cliché, sino una Beatriz que pueda decir algo por cuenta propia. En los diálogos con ella la persona más interesante es Dante quien las más de las veces vive aun confuso sobre el adecuado modo de relación con ella. Así, Dante parece excitarse al verla pero eso no parece ser lo adecuado para proseguir (ni de interés para ella). Esa tensión sí me fue sugerente. De todos modos, estamos hablando con un clásico, así que mis apreciaciones no buscan cambiar nada sino explicar mis reacciones al tratar con estos personajes.

Algunas notas sobre los lugares recorridos en los cantos

Limbo. Este lugar es mencionado como un preámbulo del Infierno. Al pasarlo me conmovió la invocación de la leyenda cristiana que dice que Jesús descendió a los infiernos para buscar a quienes vivieron antes que él y que esperaban la salvación. Este suceso se da cuando Dante pregunta a Virgilio si alguna vez alguien había salido de ahí: 

"Dime, maestro, dime ciertamente,
pregunté para estar más cerciorado,
de la fe que al error vence potente:

¿Salió de esta mansión algún penado,
por méritos que el cielo le abonaba?
Y comprendió el razonar velado,

me respondió: "Apenas aquí entraba,
cuando miré venir un prepotente,
que el signo de victoria coronaba.

Sacó la sombra del primer viviente,
de su hijo Abel y de Noé el del Arca, 
y de Moisés, que legisló obediente;

con la de Isaac, la de Abraham, patriarca; 
y a Jacob con Raquel, por la que hizo tanto,
y su prole; y a David Monarca;

y muchos más a quienes dio el bautizo;
que hasta entonces, jamás alma nacida 
subió de esta región al paraíso."


Me conmovió porque acentuaba la idea cristiana de que el Salvador fue a buscarlos a todos y que inclusive fue a aquel lugar del que ningún ser humano había podido salir, la muerte, para buscarlos a todos. Sobre esto la otra gran imagen que me había conmovido alguna vez era la del descenso de Orfeo a los infiernos en busca de su amada Eurídice. La perderá sólo debido a la premura de su amor pues la mirará antes de terminar de salir y habrá roto la condición del acuerdo para su salida. Así, Euridice se ve transportada de un soplo, de nuevo, al lugar de los muertos. Ovidio, en la voz de Eurídice dirá ante esa mirada, "¿de qué se podría quejar, sino de ser amada?"1.



Infierno. Me sobrecogió la durísima advertencia en la puerta del Infierno: 

Por mi se va a la ciudad doliente;
por mí se va al eternal tormento;
por mí se va tras la maldita gente.

Movió a mi Autor el justiciero aliento:
hízome la divina gobernanza
el primo amor, el alto pensamiento.

Antes de mí no hubo jamás crianza,
si no lo eterno; yo por siempre duro:
¡Oh, los que entráis, dejad toda esperanza!

La evocación tiene un tono grandielocuente y formal. Me quedo corto para expresar lo terriblemente acertadas que son estas palabras para evocar la desesperación de confirmarse ante la idea de un infierno eterno.

En el recorrido de este lugar me gustó el atrevimiento de Dante de jugar con personajes históricos y mitológicos y la creatividad que tuvo para asignarles distintos roles. Así tenemos a un Caronte parco y terrible que "ayuda" a cruzar a las almas a través del Aqueronte al lugar infernal, mientras que a la entrada de este tenemos a un Minos que señala el tipo de castigo que corresponde a las aterradas almas que llegan envolviéndolos con su cola y señalando, con la cantidad de envolturas que les hacía sobre el cuerpo, el nivel correspondiente.

Allí, Minos, horrible gruñe airado; 
examina las culpas a la entrada:
juzga y manda, según ciñe el pecado.

Digo que, cuando el alma malhadada,
ante su faz, desnuda se confiesa,
aquel conocedor de la culpada

ve de qué sitio del infierno es presa,
Y cíñese la cola, y cada vuelta
marca el grado a que abajo la endereza.

Entiendo que los castigos aplicados a los diversos pecados pagados en el infierno derivan de un pensamiento teológico de la época medieval: la justa retribución a un Dios celoso. Sobre esto quisiera decir algo más pero aun no tengo elementos suficientes.

Finalmente me llamó mucho la atención la idea de Dante de que Satanás, el gran adversario, se encontraba atorado en el centro de la tierra. Alrededor de este no había fuego, sino más bien hielo. 

Purgatorio. Respecto al Purgatorio, me gustó el contraste que establece Dante: terminado el recorrido por el infierno ascienden a una planicie y ven el cielo estrellado.

Dulce color de oriental zafiro
que en el sereno espacio difundía
el éter, hasta el fin del primer giro,

de nuevo deleitó la vista mía,
fuera del aura muerta y sus dolores,
que ojos y pecho contristado había.

Bello planeta que conforta amores
hacia sonreír todo el oriente,
velando en luz los Preces precursores.

Volvíme a diestra mano, y puse mente
al otro polo, y vide cuatro estrellas
que sólo vio primitiva gente.

Parecía gozarse el cielo en ellas.
¡Oh, viudo septentrión entristecido,
que estás privado de mirar aquéllas!

He perdido mis notas sobre el Purgatorio y deseo avanzar más con este post. Puedo decir que me llamó la atención el pequeño ritual de purificación por el que debe pasar. Dante debe lavarse la cara y ceñirse un junco en la cintura para continuar. Por alguna razón ese gesto le da un cierto "tempo" (o llega en el momento adecuado) a este recorrido. Después de esto, Virgilio hará notar a Dante que, a medida que avanzan en torno a la gran colina, los pasos se van haciendo no más pesados sino más ligeros.

Un último comentario sobre este Canto es el Padrenuestro que Dante oye entonar a un grupo de almas en el Purgatorio. Resulta que las almas del lugar, por las que muchos suelen rezar, también tienen una oración por las almas de los vivos. Lo copio a continuación por la belleza de su contenido:

Padre nuestro que te hallas en el cielo
no circunscrito, pues tu amor benigno 
en lo infinito se difunde al suelo.

Sea alabado tu poder divino
y el tu nombre, por toda criatura
que grata te tributa incienso digno.

Venga en paz el reino de tu ventura,
porque si de tu seno no desciende,
no alcanzaremos solos tanta altura.

Tu voluntad, que el sacrificio enciende,
y tus ángeles cantan en su Hosanna,
se haga en la tierra que tu amor comprende.

Danos el pan de la gracia cotidiana,
porque sin ella, en árido desierto
marcha hacia atrás aquel que más se afana.

Y así cual perdonamos de concierto
recíprocos agravios, tú perdona
las culpas del humano desacierto.

Nuestra virtud que débil se abandona,
del enemigo guarda y del pecado,
y líbranos del mal que nos baldona.

Esta plegaria, Padre amado,
no es por nosotros, son nuestros clamores
por los que allá en el mundo se han quedado.

Paraíso. El Paraíso, al igual que Beatriz, resultó ser un lugar menos llamativo. Las más de las veces Dante se limita a exponer teorías de la época acerca del giro de los astros, cierta forma de la ley natural y las verdades de la fe, etc. Tienen un interés grande para vincularlas con exposiciones sobre ciencia comparada, pensamiento teológico de la época o filosofía, pero se quedan cortas para hacernos sentir la viveza del punto culmen del recorrido. Inclusive cuando Dante se encuentra con los grandes santos, en donde la conversación podría ser interesante, más que éste hacerle preguntas a ellos, son ellos quienes lo examinan a Dante sobre verdades de la fe. Dante, por supuesto, las expone con elegancia.

De ser posible aumentaré mis notas y comentarios sobre este libro tan rico. Quisiera cerrar diciendo que, como todo clásico, es un texto al que vale la pena acercarse. Ni siquiera cuando se comienza el libro requiere de nosotros un esfuerzo adicional, parece hablarnos aun cuando lo haga de un modo diferente al habla cotidiana que siento menos épica, musical y formal.

Pensar y escribir sobre La Divina Comedia me hace pensar que tal vez es naturaleza de este tipo de obras querer abarcar grandes temas con lo mejor del pensamiento de la época (el punto de vista sobre los astros era el vigente, lo mismo el pensamiento teológico) o, en otras ocasiones, de hacerle frente a los grandes temas desde el pensamiento del común mortal. Creo que Dante juega desde estas dos perspectivas y lo hace con una gran elocuencia. Una elocuencia que se separa de la rima sonante sin perder musicalidad (algo vacío y repetido en el ejercicio público de nuestro medio) y que nos hace sentir que tal vez hay ciertas formas de tratar las grandes cosas a través de un esfuerzo por expresar la belleza, una cierta fuerza (¿épica?, ¿sentido del tempo?) sin perder la simplicidad y sentido de cercanía.

1. Ovidio, Metamorfosis, Alianza Editorial, Tercera reimpresión 2001, Madrid, Libro X, v. 61. / p. 305