lunes, 28 de mayo de 2012

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Esto nos coloca de pronto ante una paradoja, como tal impertinente, pero que es ineludible, a saber: que el decir se compone, sobre todo, de silencios, de cosas que por sabidas se callan o que son por completo inefables y en las cuales, sin embargo, se apoya, como en una tierra nutriz, lo que efectivamente declaramos. Nuestras palabras son, en rigor, inseparables de la situación vital en que surgen. Sin ésta carecen de sentido preciso, esto es, de evidencia.

Ahora bien; la escritura, al fijar un decir, sólo puede conservar las palabras, pero no las intuiciones vivientes que integran su sentido. Las situación vital donde brotaron se volatiliza inexorablemente; el tiempo, en su incesante galope, se la lleva sobre el anca. El libro, pues, al conservar sólo las palabras, conserva sólo la ceniza del efectivo pensamiento. Para que éste reviva y perviva no basta con el libro. Es preciso que otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a que aquel pensamiento respondía. Sólo entonces puede afirmarse que las frases del libro han sido entendidas y que el decir el pretérito se ha salvado. 

Platón expresa esto diciendo que sólo entonces los pensamientos del libro son hijos legítimos (278,a. Fedro), porque sólo entonces quedan verdaderamente pensados y recobran su nativa evidencia (...). Pero esto no podrá hacerlo sino aquel que se encuentra siguiendo la misma pista que el autor (276,d), por tanto, que antes de leer el libro ha pensado por sí sobre el tema y conoce sus veredas.

Cuando no se hace esto, cuando se lee mucho y se piensa poco, el libro es un instrumento terriblemente eficaz para la falsificación de la vida humana: "confiando los hombres en lo escrito, creerán hacerse cargo de las ideas, siendo así que las toman por de fuera, gracias a las señales externas, y no desde dentro, por sí mismos...Atestados de presuntos conocimientos, que no han adquirido de verdad, se creerán aptos para juzgar de todo, cuando, en rigor, no saben nada, y, además, serán inaguantables porque en vez de ser sabios, como se suponen, serán sólo cargamentos de frases." 275 A.C. Así Platón hace veintitrés siglos.

* José Ortega y Gasset. El libro de las Misiones.

Lanterns of Nedzu

domingo, 27 de mayo de 2012


Querido J.S. Mill,

Llevo un tiempo queriendo decirte algo. No es tan terrible ni formal como parece. Discúlpame si te asusto hablando así...

En las últimas semanas he comenzado a pensar que creo que debemos tomarnos un tiempo, creo que necesito un poco de espacio... Las cosas en estas últimas semanas han rebasado un cierto límite de gusto de estar y convivencia. Realmente no pienso que se trate de ti, sino de mi. Me gusta conocerte y compartir tiempo contigo. Me has mostrado un mundo de ideas con las que siempre me he sentido a gusto y me has ayudado a crecer en ellas. Has sido, en cierto sentido, un maestro y, sobre todo, un compañero. Pero, querido Mill, en estas últimas semanas nuestra relación se ha vuelto pesada. No sé si tú lo hayas sentido pero yo sí. No has sido tú, tú simplemente has estado ahí, siempre fiel, claro y respetuoso. El problema ha sido el exceso del seminario.

No se trata de que no tenga el valor de seguir contigo, seguiré contigo. Simplemente necesito tomarme un tiempo, el seminario si bien hizo su trabajo, pues te he conocido mejor, me ha dejado agotado. Sobre todo creo que han sido estas últimas semanas de revisar tus escritos de manera tan intensa lo que me ha dejado así.

Entiendo muy bien que el problema de la libertad y una moral fundamentada sobre el placer son asuntos importantes y subyacentes a muchas de las cosas que hacemos y necesitamos tener en cuenta en sociedad. Creo que son temas que deben ser considerados con detenimiento, tal como tú lo has hecho y yo lo he venido haciendo contigo durante estos últimos meses. Creo que falta que se te conozca Mill, y mucho, en el tiempo actual. Sin embargo, luego de  un proceso tan intenso (y a la vez no lo suficientemente diligente de seguro) lo natural ha sido que he comenzado a ver a otras personas, mirar por un momento otros mundos y modos de comprender y proceder. Es lo propio y más inmediato en el mundo de las ideas después de un tiempo. Siempre lo he hecho, inclusive junto a ti, pero creo que he llegado a un momento en que debo decirte pare. Un pare total por unos días para poder verte mejor, caperucita's way.

Debo confesarte que Ortega y Gasset ya me llama de nuevo, que Safranski me dice mira mi libro sobre el "El mal", que ya tengo conmigo un libro sobre una mujer del M19...que hoy estuve mirando a Hume...

Espero me puedas entender. Esta será nuestra última tarde juntos. No me llames, yo volveré, lo sé. Todo será mejor así!

Si tienes miedo de que te deje, te aseguro que no. Más temprano que tarde volveré. Sabes que soy un tipo fiel, pero sobre todo, y como a ti te habría gustado, quiero ser yo y desplegar y mover esas facultades por las que tanto peleas, conocer ideas diferentes para contrastarlas, estar activo y así enriquecerme y enriquecernos todos...

Si te sientes mal, debes saber que serás una de las personas importantes en mis referentes de tesis. Y dados los tiempos en los que vivimos de seguro un compañero al cual siempre volver.

En todo caso, estimado Mill, no me preocupo demasido por ti, sé que también tienes a Harriet para hablar. Me despediré en unas horas. Queda tranquilo, estoy disfrutando de esta última revisión.

Fraternalmente,

miércoles, 23 de mayo de 2012

H.P. Lovecraft and Nikola Tesla: Paranormal Investigators

* Cortesía Hey Oscar Wilde! y Travis Pitts

viernes, 11 de mayo de 2012

Una mañana iba yo por la pedregosa carretera,
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
“¡Me vendo!”, grité.
El Rey me cogió de la mano y me dijo:
“Soy poderoso, puedo comprarte.” Pero de nada le valió su poderío
y se volvió sin mí en su carroza.

Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
Dudó un momento, y me dijo: “Soy rico, puedo comprarte.”
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.

Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
“Te compro con mi sonrisa.” Pero su sonrisa palideció
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.

El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
“Puedo comprarte con nada.”
 Desde que hice este trato jugando, soy libre.

Tagore. El Jardinero.

domingo, 6 de mayo de 2012

Sólo cuento con la voz
para deshacer el nudo de la mentira,
la mentira romántica que anida en el cerebro
del vulgar hombre sensual
y la mentira de la autoridad
cuyas construcciones se alzan hasta palpar el cielo;
no es cierto que exista el Estado
ni nadie existe solo...

*Fragmento, visto por ahí.

sábado, 5 de mayo de 2012

Digan lo que quieran, estoy orgulloso.
(Pequeño barruntado para un refuerzo de inglés. Gracias a Jason por necesitarlo!).