sábado, 30 de diciembre de 2017

Color y expresión

Siempre he dibujado con lápiz, lo hice desde que era niño hasta hace unos pocos años atrás. Quienes me conocen saben que dibujo por el gusto de hacerlo. Hay momentos en la vida en que uno ve un rostro, un movimiento, una pose o un lugar y simplemente se imagina captando esos trazos. Como siempre dibujé de niño pasé a ser un adolescente que no tenía demasiado miedo a dibujar. Inclusive a veces, cuando aparecía alguien "mejor" yo, me opacaba por algún tiempo pero el deseo de dibujar superaba, a los pocos días o semanas, esa sensación de fracaso. De ahí que pasé a ser un adulto que... también dibujaba.

En mi vida adulta el tiempo no siempre ha sido favorable, pero ese deseo perseveró. Recuerdo el día que sentí que "reconecté" con el dibujo, hace ya casi 8 años. Quería ver si mis nuevas experiencias de vida habían hecho de mi un mejor dibujante. Reconecté tratando de dibujar caricaturas que consideraba complejas. Para mi gusto me di cuenta de que podía hacerlo. Algo "había cambiado en mi" y ahora era capaz de dibujar los dibujos más complejos que miraba. 

 

Ese ejercicio que duró algunos días me dio la confianza para probar algo nuevo: tratar de expresar la realidad. A diferencia de muchos dibujantes, pero a semejanza de muchos adolescentes y niños, mi veta fue la caricatura. Tal vez era un terreno seguro: un dibujo ya diseñado por otros, unos trazos claros y una abstracción "ya hecha" del mundo. La caricatura tal vez era una zona segura. 


Así que ahora que me veía capaz de "mirar bien" hacia afuera quise probar mi habilitad. Y sí, logré un nuevo triunfo en mi camino amateur. Recuerdo dos situaciones: una larga espera en una sala chata de un consulado, en donde había apenas una pared blanca y un televisor. Gracias a Dios también había una puerta y, tras ella, un pasillo. Recuerdo que pensé que dibujaría mi salida de ese terrible aburrimiento y así lo hice. Y no solo eso, sino que ese bendito pasillo me enseñó, a golpes de aburrimiento, lo que era la perspectiva. 

La cosa ocurrió así: yo recordaba esa imagen del dibujante que toma su lápiz, lo levanta y lo coloca de manera horizontal o vertical ante sus ojos, como buscando captar algún angulo de lo que ve delante de sí. Ya alguna vez yo había intentado el mismo gesto pero no comprendía bien cual era su sentido. Llegué a descartarlo como un gesto meramente excéntrico y caricaturesco, y yo era más bien una persona reservada. Sin embargo, esa sala de espera, esa maldita sala, era tan aburrida, taaan aburrida. Así que me puse a dibujar. Cuando acabé con la pared me metí con el pasillo y entonces, tratando de expresar lo que veía levanté el lápiz, miré y... comprendí. Así me fue posible el pasillo. Desde ahí no siento pena por levantar un lápiz para orientar mejor mi visión de las cosas.

              

La segunda imagen en que me descubrí capaz de captar la realidad fue también en una sala, esta vez una sala llena de computadores. En ese momento estaba atorado en la escritura de algún texto de mi tesis. Motivado por mi logro pasado quise medirme de nuevo. Y me pareció que tuve otro "éxito". Así, sintiéndome equipado para dibujar la realidad, me fui lanzando a cosas nuevas. Recuerdo que uno de mis "triunfos" posteriores fue un dibujo más realista de un pasillo, unas plantas y un árbol afuera de la biblioteca donde escribía mi tesis. El realismo que encontré en él me hizo sentir que había logrado algo digno. Había "subido" un peldaño en mi propia capacidad. Así llegué al color. Pero para eso debo hablar de los árboles .


Los árboles, los benditos árboles están llenos de hojas. Mi inclinación siempre había sido el detalle. Si dibujaba bien los dibujos más complejos era porque captaba las líneas que había ahí. Si ahora dibujaba con cierta atención la realidad era, también, porque captaba rasgos generales de las cosas que tenía frente a mi. Pero ¿cómo puede uno dibujar miles de hojas? y ¿cómo dibujar hojas que uno ni siquiera logra distinguir? Quedé atorado. 

Parte de captar detalles y no saber dibujo pero ser un entusiasta es ignorar la teoría. Nunca supe de sombras ni sombreado, nunca me interesó tampoco. Las cosas eran rasgos. ¿Para qué llenar los espacios con una textura que no veía del todo bien ni comprendía? Pero el interés ganó. Leí algo de arte, y recuerdo que alguien mencionó algo del arte del engaño. No me chocó pero no había reparado lo suficiente en ello. Comencé a mirar con más atención imágenes en donde aparecían árboles y me di cuenta: era verdad, había insinuaciones, infinidad de insinuaciones. Ah, malditos pillos! Ahí, entre otras cosas, nació mi curiosidad por el color.

Llevo poco tiempo usándolo pero noto la vida que transmite. Cosas me costaba tanto expresar con un lápiz se vuelven algo lleno de vida por acá. Y comienzo a notar el sentido de las sombras. Son solo más color. La realidad está llena de colores. Cuando miro una hoja, por ejemplo, ahora ya no solo veo una hoja, inclusive la más simple y uniforme cuenta con varios tonos de verde en su parte más plana. Parte de ella siempre es una sombra. El verde claro que “yo sé” que hace parte de la estructura de la hoja se troca en verde oscuro para la visión atenta. 

En fin.

Todo eso para decir que, a partir del color, en estos días estaba reconectando con el gusto por la caricatura. El puente final fueron los dibujos de Macanudo de Liniers. Su colorido simplemente te atrapa.  Aunque debo admitir que los detalles que descubrí en los dibujos de Quino también me fueron hipnotizado de vuelta hace unos cuantos años (por aquí hay algún verso libre en el que menciono los vestidos de Mafalda). 

Comparto aquí algunos de mis "logros" o búsquedas actuales con el color y el regreso a la expresión. Expresan algunos de esos momentos en que descubro con alegría y tranquilidad que ahora entro y salgo entre varios lenguajes. ¡Qué agradecido estoy de sentirme un tonto entusiasta!

Estos dos están hechos directamente con lápices de color acuarelables y acuarela.



Acá un momento de atención a los dibujos de una niña . Hace unos días vi los dibujos de una niña, a propósito de un evento en el que se celebraba la lectura en la biblioteca infantil de la Casa de la Cultura. Los niños y sus padres habían tejido una manta en donde bordaban, dibujaban o recortaban imágenes de los relatos leídos durante el año. Los de ella me causaron mucha gracia. ¡Eran tan simples y, a la vez, tan expresivos! Aquí la imagen de la copia que hice de dos de sus dibujos. (Quien dibuja entenderá el gusto que da tratar de expresar lo que otro ha hecho y no contentarse con una fotografía).


Me topé de nuevo con los comics de Ricardo Siri-Liniers/Macanudo. Me impresionó y causó mucho gracia la imagen de este bus andando como en el aire.


Me hizo pensar en todas las veces que traté de dibujar los buses de Quito con fidelidad, cuando tal vez lo que buscaba era poder expresar de manera sencilla su presencia en mi vida.

Los de acá son divertimentos en mi diario.



Sobre Macanudo. Creo descubrir que las personas en Macanudo suelen ser caras "tipo" reducidas a la pura gracia. Aquí dos "besadores".


También me gustan sus peinados extraños y comunes, la ropa típica (los hombres con traje me matan de gusto y gracia) y la versatilidad en el movimiento de sus dibujos. Esa versatilidad a la manera de los dibujos de la niña de arriba... no tan preocupada por la perfección de la realidad del cuerpo sino de la expresión.


Esta viñeta de los pinguinos que bailan está incompleta pero es una de mis favoritas. 


Y no podía faltar: uno de los hombres enamorados de Macanudo. Me falta retocar las flores pues ahí parecen helados. Esos son otros de mis naturales preferidos.

3 comentarios:

  1. Me encantan tus dibujos ! Y el de Thomas me hacer reir ! Les vamos a extrañar ! Noemí la francesa

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  3. Hola Noemi, que gusto verte por aqui!
    Sigo dibujando. Ya me compre colores liquidos de acuarela para poder crear los colores por mi cuenta. No tengo mucho tiempo pero algo le saco por ahi. Ya te mandare fotos al whatsapp!

    Te mando un gran abrazo!!

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