sábado, 2 de diciembre de 2017

Poli política

Cada vez que trato de seguir sucesos en la esfera política con atención, noto la excesiva atención que se le da a las expresiones emocionales, caprichos y pataletas de los personajes que la habitan. Y, por supuesto, la manera en que la mayoría de estos personajes disfruta de esta frívola exposición. Cuando noto esa excesiva atención, por supuesto, tiendo a querer suprimir mi atención, hacer a un lado toda referencia a los  temas tocados y olvidarlos. Eso, hasta que la excesiva necesidad de atención que el tema o los personajes suscitan vuelve a explotar y uno se ve forzado a mirar de nuevo.

¿Qué hago si el conocimiento de nuestro mundo político me -y nos- aporta tan poco? En algún texto anterior ya mencioné mi perspectiva del problema: el ciudadano de a pie que soy yo y, aquellos con los que me topo, nos encontramos entre dos tendencias: una, analizar el espectro político como quien mira un partido de fútbol desde el graderío (un ejercicio cuya única actividad es informarse y comentar) o, dos, pasar a ser un jugador demasiado metido en el juego, incapaz de mirar alrededor, ni replantear su juego una vez que se ha metido en él. A mi modo de ver, dos posturas que habitan convenientes y rígidos extremos.

¿Por qué escribo estas palabras? Quiero comenzar a definir desde dónde miro y participo yo. Dado que no deseo ser parte del excesivo análisis de nuestro "fútbol político", ni tampoco deseo ser un actor político -en uno de los extremos-, quiero expresar los caminos que sí llevo explorando para afrontar el tema (pues estoy consciente de que la política, la vida en común, es inevitable y, además, es el plano sobre el que sustentamos  nuestra particulares vidas y metas).

¿Desde dónde participo? En primer lugar, lo hago desde mi talante, intereses y preocupaciones. Desde hace mucho tiempo experimento que nuestro mundo político es un camino tan extraño, voluble, y complejo en sus caprichos (un teenager reprimido) que tengo claro que para abordarlo, al menos, lo debo hacer desde el gusto y no desde el mero deber, el desamor o la mala comprensión. ¿Cuáles son esos caminos por los cuáles sí me relaciono con esta realidad política? Tiendo a ir por dos lugares: la comprensión y la experiencia.

La comprensión

Deseo comprender por qué esta larga reincidencia  de la política teenager en el país. Si va a ocupar mi mesa comunitaria, familiar, de trabajo y de joda, deseo que, el menos, la conversación sea algo más que una aburrida conversación de ocasión que siempre vuelve a comenzar o se pierde en wishful thinking (o su versión emo: las autocomplacientes lamentaciones).

¿Qué hago desde la comprensión? Me acerco reforzando lo que sí me gusta conocer: la filosofía, la historia, el arte y la pedagogía (los tres últimos en sentido amplio, esto es, desde distintas ramas y desde una cierta aplicación lúdica o práctica de ellas). La filosofía: la uso porque pude estudiarla y gustarla. Al hacerlo me atrapó llevándome a apreciar que casi todo lo que hacemos está vinculado de una u otra manera con ideas filosóficas. Simplemente es fascinante poder descubrir las ideas o conceptos que orientan nuestro hacer. Por supuesto, nada de eso ocurre en un estado "puro" pero descubro que hay claridad. La historia, en mi caso, porque es el contexto de la filosofía. Eso me lleva al arte y la pedagogía.

El arte. No separo al arte en mera historia del arte sino que lo comprendo como un modo de expresión. Como modo de expresión me interesa por el simple gusto lúdico de intentar expresar cosas saliendo de la esfera del discurso racional. A la vez, porque todo discurso racional está vinculado con prácticas y toda práctica es...expresión. La pedagogía, porque me fascina conocer y, dado que no se de arte pero investigo y me gusta jugar, me llama la atención observar la manera en que expresar las cosas de un modo u otro conduce a nuevos modos de aprender, expresar y relacionarse. A la vez, pedagogía porque siento que nuestro lenguaje referencial es muy corto pero que, a la vez, estamos ávido de concreción, conocimiento y movimiento.

Creo que tomar la esfera del conocimiento así (porque es mi forma de ser, ¿qué se le va a hacer?) me permite mirar a la esfera política como un tema específico de atención y conversación y no como una pérdida de tiempo cercana a la magia (creer que enunciar palabras cambia la realidad), lo onírico (hablar desde wishful thinkings maleables, entretenidos -hasta apasionados- pero desvinculados de efectos posibles y concretos sobre la realidad inmediata) o al fanatismo (la cerrazón en una postura onmicomprensiva/"todo es político", rígida y poco dialogante).

La experiencia.

Gran parte de mi "distancia" respecto al problema político tiene que ver con la manera en que se aborda. Los espectadores-ciudadanos del lado en el que estoy, hablan de los actores en la cancha pero no parecen pisar de manera más amplia la cancha, ni conocer (o desear conocer) el estadio en el que están (que es el que a la larga les permite conversar sobre nuestra específica realidad política).

¿A qué me refiero? Llevo años cerca del trabajo en periferias. Algunos de ellos en Ecuador, otros fuera del país. Sobre todo en Ecuador, que es mi terreno, noto la distancia que hay entre quienes hablan del problema político y quienes ni siquiera aparecen en esa conversación: las personas en las periferias. Sin embargo, a la hora de definir líderes, metas o leyes, se dice que quienes terminan decidiendo las cosas son estas personas de las periferias. Normalmente se las llama "gente del pueblo", "masa", "ignorantes", "cholos", "indios", dependiendo de nuestro estado de ánimo.

En lo personal, me llama la atención al trabajar con "ellos" -los adultos, jóvenes y niños que hacen a las personas de la periferias- los encuentro tan lejos de los ciudadanos "informados" que hablan de política que, cuando me conocen (soy un blanco/mestizo clase media -en el lenguaje rápido y objetivo del guayaco-) creen que soy extranjero. Siempre. Eso es distancia. Efectivamente, personas que "se ven como yo" o crecieron en el mundo que crecí yo van poco por allá/vienen poco por acá. Siempre hay/tienen/tenemos razones.

¿No es contradictorio atribuir a un grupo grande de personas la causa de las malas decisiones y, sin embargo, ignorarlas, no "formarlas" o, ni siquiera conocer su entorno, su mundo? Realmente no creo expresarme desde un punto de vista de justicia social sino desde la mera lógica.

¿Qué tiene que ver esto con la comprensión desde la experiencia? Pues yo creo que tiene todo que ver. Si una parte importante de las decisiones que se toman viene desde las personas de las periferias pues debemos conocer a las personas de las periferias. Y no solo eso, sino, comprender el contexto que es la periferia pues algo debe pasar ahí si se dice que produce gente maleable al mejor discurso o postor.

Sigo en otro momento, se acabó el tiempo por ahora.

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