sábado, 3 de marzo de 2018

Plastilina

Me quedó el gusto por la plastilina después de los "cine-foro" con los niños y madres de la Casa de Acogida del Hogar de Cristo de Guayaquil.

Hay toda una historia sobre la experiencia con la Casa de Acogida pero requiero de más tiempo para redactarla. Tal vez cuando le termine de encontrar la forma y la concluya forme parte de este post o de otro. Por ahora solo quería decir que llegué a la plastilina a través de ese foro. 

Con el tiempo y el gusto de seguir jugando con ella he descubierto que se parece mucho a dibujar. Para crear algo en ella uno debe mirar con atención las cosas y retocarlas en donde estas lo vayan requiriendo. La diferencia con el dibujo es que acá no se busca la sombra sino el volumen adecuado. Coinciden, en cambio, en el cuidado de los detalles y curvas en las cosas, esto es, en el trabajo con la forma.


De manera más existencial, me coincide con el dibujo en que me ayuda a contemplar de manera activa la belleza y complejidad de las cosas que nos rodean. ¡Es increíble el detalle que uno encuentra detrás de cada una de las cosas que da por sentadas! Recuerdo la experiencia de intentar hacer un caballo. Me imaginaba conversando con mi ahijado sobre los misteriosos persas y de repente lo hallaba fascinando obsevando un caballo de plastilina que yo ponía sobre la mesa. "Los persas" quedaban grabados en su mente por primera vez.

Mi ahijado aun no tiene la edad para hacer el experimento pero yo sí comencé el entrenamiento. Al poco tiempo de trabajar haciendo el futuro caballo de regalo me topé con el concepto volumen. La forma de la cabeza del caballo estaba "bien", el torso también decía "algo", pero las patas...me atoraba en unas patas demasiado flácidas. Buscando la forma de las patas adecuadas, ojeando imágenes en internet y, viéndome forzado a acrecentar una y otra vez su volumen, comprendí la fuerte impresión que producen los muslos de los caballos (y también el uso de la palabra "potra", aquella que se usa en jerga masculino-machista para hablar de la impresión que ciertas mujeres pueden producir).

Estuve revisando un poco de información sobre ella y veo que se le puede agradecer a dos personas que se disputan su invención: Franz Kolb, un farmacéutico de Munich, Alemania que tenía amigos escultores y William Harbutt, profesor de arte, Inglaterra. Respecto a Kolb, se dice que algunos de sus amigos se quejaban con él de que la arcilla que utilizaban para hacer sus trabajos se secaba demasiado rápido y, "entao", el señor Kolb se puso manos a la obra (1880). Con el tiempo presentó sus ideas a la Faber-Castell y esta comenzó su producción a escala industrial. Respecto a Harbutt, se dice que estaba buscando un tipo de arcilla que no se secara  para sus estudiantes de escultura (1897).

Otro dato: encuentro que el nombre "plastilina" viene del uso común, en América Latina, del nombre de una de las marcas que la fabricó. Sus nombres formales, para los que no encontré una traducción convincente en español (así de fuerte es su nombre común), son "plasticine" o "arcilla para modelar".

Obrigado para los señores Kolb y Harbutt.



Cierro con dos cosas: una cita de Chesterton que me vino a la cabeza en alguno de estos espacios de juego- creación con la plastilina. Y dos links muy claros desde los que pude conectar con naturalidad un interés y gusto por las posibilidades en ella. Link 1Link 2.
"Puede que Dios le diga al sol cada mañana: "Vuelve a hacerlo"; y a la luna cada noche: "Hazlo otra vez". Puede que no sea por una especia de necesidad automática que todas las margaritas sean iguales, sino que Dios las haga una a una y nunca se haya cansado de hacerlas así. Acaso El tenga un anhelo eterno de infancia; pues nosotros hemos pecado y hemos envejecido, pero nuestro Padre es más joven que nosotros."
Vista en Orthodoxy de G.K. Chesterton. En el capítulo The Ethics of Elfland.

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