martes, 12 de marzo de 2013

¿Quién manda en el mundo?
No hay razones contra el sueño.
En el mejor de los casos es algo que puedo manipular por perídodos
pero usualmente soy yo racionalizando sobre éste.
Mi cuerpo me manda a mí. Yo sólo dispongo de ciertos pilotajes.
...

Las cosas son menos elocubración que observar
La elocubración es un modo de liberar la observación.

Un ejemplo viejo y perdido:
Se habla de la falta de interés de las personas por las cosas, el mundo que las rodea,
pero si imaginamos un avión que se abre
en el que la gente descubre que puede volar
encontraríamos que ni el más viejo resistiría a la curiosidad de expandirse por los aires
correr o bailotear sobre el mar
(y molestar a los peces),
(o ir a buscar al más grande)

o los veríamos yendo a visitar a alguien,
bajando por los árboles para luego ir a tocar la puerta,
la ventana,
o bajar haciendo voces por la chimenea.
(o haríamos click clack en el tejado para luego simular caer)
...
Mediríamos la velocidad con la de un ave,
nos pararíamos en el borde de edificios altos,
vayas publicitarias,
nos sentaríamos sobre vehículos,
o correríamos sobre trailers y trenes hasta cansarnos.

A mí me gustaría, entre todo eso,
mirar la tierra desde diferentes alturas hasta poder contrastar la visión con las fotos de los satélites,
y ya cansado
no volver sino hasta coger una pluma de la cola de un garza,
o haberme cansado de perseguir a la última golondrina.

Luego quién sabe cuántas cosas más.
...
No, las cosas están ahí latiendo.

Ni siquiera la rutina puede matar cuando se aprende a observar.
Cosas como que vivimos y utilizamos inventos de otros siglos
que a la vez se paran sobre formas descubiertas
¿cuántos círculos, triángulos, cuadrados y rectángulos no nos rodean?

Y cada palabra utilizada tiene su historia...

Nuestras concepciones del bien se relacionan con nuestros sonidos de gusto.

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