jueves, 11 de febrero de 2021

Esperanza

Por primera vez en muchos años, sentí que asomó un rayo de esperanza sobre el futuro escenario político del país. No me engaño sobre lo pírrica que pueda ser esa esperanza. Sin embargo, me sorprendió haberla sentido. Tal vez no la había sentido nunca. Fue, como cuando uno de los rayos del sol toca a una planta. Sin tener conocimiento ni sentidos como los nuestros, esta percibe su bondad y se dispone a crecer hacia allá. Así, como esta planta desde su ceguera experimenta la irrupción de algo bueno y fundamental para su vida, así experimenté yo nuestra política el día de ayer. 

¿Qué pasó? En la lucha por el segundo lugar de la primera vuelta electoral, los candidatos a la presidencia de la República Guillermo Lasso (CREO-PSC) y Yaku Perez (Pachakutik) se fueron encontrando diferenciados por un margen muy pequeño de números de votos a favor de cada uno, siendo muy difícil, hasta horas recientes, poder asegurar cuál de los dos resultaría vencedor. La manera en que esta diferencia ha sido presentada por el CNE desde sus primeras afirmaciones sobre el conteo rápido es lo que puso los nervios de punta de todos: en un primer momento hablaron de Yaku como candidato a segunda vuelta y, apenas minutos después, otro de sus funcionarios decía que este candidato era, más bien,, Guillermo Lasso. 

Ecuador, lo sabemos todos quienes vivimos acá, no es un país con instituciones fuertes ni de procedimientos claros. Este CNE, de manera especial, se ha destacado por sus continuos tropiezos durante toda su gestión, en especial, el proceso de elecciones presidenciales. Esta noticia planteada de manera tan poco clara, entre dos grupos tan distintos, apenas año y medio después de una situación muy sensible para el país (eventos de octubre de 2019) disparó la incertidumbre de todos. Sin embargo, de eso no quiero hablar ahora. Octubre de 2019* es un espacio que requiere ser mirado con lupa y sensibilidad.

En el transcurso de estas horas los candidatos Lasso y Pérez han acordado ponerse de acuerdo en aprobar la revisión de las actas en todos los lugares del país en donde haya surgido duda sobre los resultados. A la vez, ambos han anunciado la necesidad de llegar a un acuerdo con su contraparte cualquiera que sea el vencedor por el segundo lugar. Un acuerdo de gobernabilidad mínima. Esta idea surgió de quien ha sido el cuarto candidato destacado de estas elecciones, Xavier Hervas (ID). En lo que concuerdan los tres es en la idea de que deben juntar fuerzas para derrotar en las urnas al candidato que lleva el primer puesto en esta primera ronda de las elecciones: Andrés Aráuz que representa al correísmo.

Sobre qué ha sido el correísmo en este país hay mucha tela que cortar. Pero digamos que concuerdo a grandes rasgos con la historia mainstream de que una victoria de este partido es un posible camino al totalitarismo al estilo latinoamericano**. Más allá de que creo que el significado de ese movimiento en nuestra vida política debe ser mirado con más calma (y nuestra responsabilidad en su buena o mala incidencia***), resueno con ese temor actual y, a la vez, me ha visitado un sentimiento de esperanza al ver a tres grupos tan diversos, ser lúcidos respecto a la necesidad de sentarse a conversar "ya" sobre nuestro destino común. Un "ya" que no se habría dado de no ser este el  escenario, ciertamente. 

Las relaciones casi totalmente antagónicas entre los partidos luchando por el segundo lugar,  representan dos maneras de mirarse como país. Esas dos posturas se encuentran ahora ante la necesidad imperiosa de sentarse a hablar y bajarle un poco a sus grandes diferencias. La lucidez de ver eso  es lo que me da ha dado ese sentimiento de esperanza. 

Por años he visto lo que creo que es uno de los puntos clave de uno de los grandes problemas: una diferencia en cuanto a la identidad de las personas que representan estos grupos y la falta de puntos de conexión entre ambos. Dicho de manera breve: no sé cómo decirlo de manera breve. Desde mi identidad local, guayaquileño, los dos puntos sin tocarse son: el criollo-mestizo guayaco y el indígena de la sierra. Dicho de manera más compleja y dejando afuera regiones diría que es: entre una visión de prosperidad económica sustentada en una cultura de privilegios, clasismo y racismo y una visión comunitaria de la vida, con un lenguaje que parece ser muy simple en lo económico, herido en lo identitario pero, por lo mismo, reconstruido, y muy cercano, al menos en apariencia, a una visión de izquierda radical****.

En mi experiencia personal este embrollo de identidades en conflicto es algo más sencillo de resolver: encontrarse. Pero al madurar al mundo en el que vivo, en donde descubro que no importa la edad, ni la gravedad de la situación, o las evidencias, sino que los grupos humanos preferimos refugiarnos en nuestras costumbres, lenguajes y los grandes discursos de nuestros líderes, creo que este inevitable acercamiento entre líderes de estos grupos ("tan") distintos, precisamente, arrastrará la necesidad de hacer la misma reflexión a nivel ciudadano: encontrarse. 

No estoy seguro de que ese diálogo o acuerdos se logren pero, el simple hecho de que esta idea se haya presentado tan ineludiblemente para tres de cuatro grupos implicados (el tercero es el de Hervas/centro-izquierda), es lo que me ha dado esperanza. El problema y su camino de solución al menos han aparecido, por primera vez de manera ineludible en el radar de nuestra percepción de la realidad y eso me alegra. Creo, por supuesto, que concretar y afinar esos puntos será difícil. Sin embargo, esto ya puede abrir el camino más lento, de buenas soluciones, conversaciones y cambios en nuestras experiencias de relación entre identidades a años plazo. Se siente bien cuando la política toca, al menos por un momento, su caudal mas importante: la conversación colectiva sobre identidades ante el escenario de nuestro destino común.

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