viernes, 5 de diciembre de 2014

* La épica canadiense

Cuando estoy en una tierra lejana
en Grecia o en Italia
pienso en mi país

Como una joven con un dolor de cabeza,
una bolsa de hielo en la frente
y agitando las manos sobre los bosques y arroyos

Como si en un momento de abstracción
los hubiera extraviado
y ahora intenta recordar

Donde los dejó,
o como si estuviera a punto de llamarlos por sus nombres
para hacerlos emerger del crepúsculo creciente

Vendrán cuando llama,
las diez provincias,
o vendrá un apoderado, uno enviando oro

Otra mica o asbesto
otra troncos pelados de abeto rojo y salmón
y otras trigo, manzanas, toros, rosarios

Es entonces que, oliendo a bálsamo y pino,
me veo acercarme a ella
para tomarle las manos agitadas

Y decir: “no tengo ninguna mina en el bolsillo,
tampoco he ido al rodeo
y sólo una vez a un partido de hockey

Donde me quedé dormido en los primeros cinco minutos
de juego. Y digo que tus evangélicos y yokels
con másteres y doctorados en literatura

Deberían estar en un zoológico o circo floreciente:
aun así, mis brazos alcanzan la cintura de tus costas
cuando los levanto para envolverte

En homenaje y cariño. Te amo
por tu vaguedad y tu jaqueca peculiar;
eres una nadie épica y todos nosotros

Estamos escribiendo, y los versos buenos
llegan sin anuncio, espontáneos y libres.
Un día serás honrada por millones”.

*Irving Layton

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