martes, 24 de enero de 2012

¿Canales diferentes?


Pienso que las discusiones fuertes o sobre temas muy controversiales, como es el caso del tema religioso, deben ser aproximadas como murmuraciones en las que estamos tratando de decir al otro cosas como desde idiomas diferentes.

Suelo descubrir que las palabras de una persona muy enojada (o muy escandalizada) no son las palabras que lanza en un principio. Encuentro en esto maneras en que queremos expresar el malestar que sentimos. Para entrar en la comprensión de esas primeras palabras (murmuraciones para el oyente) debo primero oír todo el malestar que x quiere expresar. La siguiente parte es tratar de tender un puente desde ese otro lado en el que me hallo, ese gran vacío respecto a esta persona, y a la vez emitir mis primeras reacciones (murmuraciones de vuelta) que permitan en un primer momento reconocernos. Luego podemos aspirar a comenzar a hablar. Lo curioso es que nosotros creemos que desde el principio hemos estado hablando.

Precisamente ese el problema que encuentro en las discusiones sobre el tema religioso (y otros, como una apasionada discusión política). Emitidos los primeros "sonidos guturales", que deben ser reconocidos para recibir otros sonidos guturales de vuelta y así comenzar a entendernos, preferimos creer que hemos estado hablando desde el principio y pretendemos petrificar todas las palabras que se han dicho de parte y parte.  Cuando las cosas ocurren así viene a mi mente el juego de estatuas o la palabra curuchupismo (que es lo mismo: mirar al otro fijamente hasta poder decir "caíste", o en la versión sana "te reíste", pero la risa sólo se puede dar fuera del juego curuchupa que creo seguimos jugando pero no queremos ver, es un juego que se toma demasiado en serio lo que es simple problema de comunicación). 

Si prefieren a mí me gusta imaginar que se construye un puente como el de The Last Mimzy. Las partes están todas en el piso o dispersas y a medida que vamos hablando el puente comienza a construirse en el aire. El error es creer que el puente ya está construido desde las primeras palabras.

Puesto en la mesa este chafito podemos comenzar.

Días después de escribir una aclaración o llamado de atención a un amigo (sobre su manera de hablar a la ligera de la iglesia pero con un fuerte tono de negatividad y censura, en lo que sentí una versión fundamentalista y autocontenta) http://www.ivoox.com/gkillcity-radio-programa-11-conversando-con-audios-mp3_rf_929350_1.html, me surgen estas preguntas: como católico, ¿debo tener una palabra para todo lo que hacemos?, ¿debemos tener una palabra para todo lo que ocurre?

Las palabras de la iglesia, hasta donde conozco, se han reducido a la fe y a la moral (este segundo campo sigue siendo vasto). Llevo tiempos creyendo que, en la parte de la moral, tal vez debemos dejar las cosas o quitarnos los rezagos de verdad dogmática (podemos proponer pero no mandar al infierno a quien no desee oír nuestra comprensión y visión de las cosas). No encuentro en esas pérdidas de tiempo, de tratar de decir todo en palabras siempre correctas (cuando propongo que tal vez la comunicación es algo más dinámico y menos petrificado), en mi experiencia de Dios. Me gusta discutir cosas y pensarlas, pero francamente no siento de Dios el dedicarle toda la cabeza a tanta "precisión" en una afirmación de naturaleza moral (en el sentido de tener que defender palabras "oficiales" dichas y tratar de ser un intérprete malabarista de las mismas por el temor a reformular lo dicho). También creo que es verdad que en la práctica del cristianismo hay que pensar lo que se hace, pero... haciendo. Creo que tiene más de praxis que de discurso exacto. Cuando nos perdemos en el rigorismo de palabras "oficiales" imagino un ejercicio de convencimiento e intento de credibilidad importante, pero ¿tan importante?

En la discusión que le planteaba a mi amigo he llegado a pensar si tal vez yo estaba comenzando a caer en el error de estar pasando por alto lo fundamental: mi experiencia cristiana y compartir aquel plus o lo que fuere que le encuentro (que es lo que puedo compartir), por defender la institución. Además, una institución que se hizo demasiado grande y "poderosa" y que ahora tiene demasiados frentes que cubrir. ¿Le competen todos? ¿Se puede decir tantas cosas desde lo que dijo Jesús? ó, si como iglesia hablamos de seguir la relación con el espíritu como mediador, ¿no deberíamos comenzar a tomarnos en serio que "iglesia" es la comunidad de fieles y no sólo los guardianes de los contenidos básicos de una  tradición (al menos en términos de creer que hay cosas que decir en la parte de moral)?

Creo, a pesar de todo, que Dios sigue hablando en ese evangelio que muchas veces se deja reposando detrás de nuestras palabras (me llama mucho la atención, a propósito de esto, la conversión que tuvo Monseñor Romero, el mismo evangelio, en la misma persona, vivido de dos maneras diferentes). Creo que en estos momentos la institución cojea cuando pretende hablar de iglesia como comunidad, cuando la palabra oficial es tan importante y está tan petrificada que la gente tiene miedo de decir las cosas como las vive y las entiende. Y sí, la institución acompaña y hasta orienta, pero no es la policía, ni la vocera de lo que nadie conoce porque no se ha discutido con seriedad mayor a la de titular de periódico o como con el color de haber querido cumplir con algún requisito en una lista de popularidad. Saltamos demasiado pronto a querer decir que nos hemos entendido y que todo está bien.

Experimento y veo que Dios se mueve y no tiene que andarse cubriendo en ningún frente. Asoma en todos lados*. Los humanos he llegado a creer, de una y otra manera creamos instituciones. He llegado a creer que la iglesia es una de ellas, pero también que dios no se limita a esa iglesia. Sin embargo, sí creo que esa iglesia es una de las formas en las que hablamos de Dios y nos acercamos a él y ese me parece un ejercicio válido e importante. Cualquiera puede comprender, creo, en la cultura en la fuimos formados, que Dios significa algún tipo de totalidad y también todo lo mejor**. ¿Por qué querer descartar este intento de comprensión de ese todo que nos enseñaron a pensar, o en el que creo que tendemos a pensar, o que es válido que tengamos como canal abierto_ no habiendo sido dichas palabras finales, sobre la totalidad de lo que es la humanidad, el conocimiento o la vida?

Encuentro que todo el problema de fondo está en que lo que se conoce como iglesia en Ecuador, o mejor dicho, para no caer en generalización extrema (pues decir iglesia ya es generalizar, pero tal vez hasta decir "yo" es generalizar), en Guayaquil (y aun así decir esto es muy grande porque está constituida por muchas personas, sacerdotes y fieles, comunidades de fe, todos diversos en diferentes cosas). Tal vez ha habido un grupo organizado de gente a nivel comunicacional que ha tenido a nuestra gente mirando ídolos y deseando un tipo de perfección y aceptación de un Dios (que ya nos ama) y esto simplemente ha llegado a cansar. Mucha gente se ha despertado y quiere botar al ídolo, pero también la idea de Dios con este. Creo que aquí hay un error. No por el hecho de que se deba seguir creyendo sino porque creo que descartar a Dios tal vez es descartar una idea que tiene mucho que ver con nosotros como individuos y colectivo. Una idea, en mi caso creencia, que me permite tener un referente de aquellas cosas a las que llamo importantes desde un ejercicio comunitario a veces difuso, a veces claro (aquí la pata coja pues muchas veces, parece, suele quedarse en moral interna regulada por fulano) y durante el proceso de ir creciendo. Creo que es válido tener puntos de partida, por difusos que fueren, por lugares comunes que tuvieren, que me acompañen en mi vida y también puntos de llegada o de retorno. Para el que sea un nietzscheano y quiera la estepa bien por él, precisamente esa es la riqueza de estar parados en lugares diferentes.

Otras ideas. A mi modo de ver, que me digan que la religión es mala porque no es racional es como que me digan que la música es mala porque no es racional. Que me digan que la religión es mala porque produce violencia, es como que me digan que el fútbol es malo porque produce violencia. Pero en el segundo caso creo hay un matiz. El fanatismo religioso sí ha producido grandes males (persecuciones, torturas y asesinatos en nombre de Dios). Pero lo mismo se puede ver en la manera en que la humanidad ha construido sus sociedades. La iglesia ha producido grandes males, pero también grandes santos e intuiciones. Los grandes santos como Francisco de Asís o Pedro Claver, o grandes intuiciones como la de la inclusión y el valor de todo ser humano, siempre presente y sonando, aunque los portadores se la hayan pasado de largo muchas veces (y dé para muchas cosas que pensar y todavía discutir en el futuro). ¿Será que hay cosas que producen grandes bienes y males porque en el fondo hay grandes ideas? Dejar a Dios porque su idea produce males es como querer dejar la ciencia porque produce males. Tal vez es en el uso que hagamos de estas cosas en donde está la diferencia. Ambas direcciones deben poder ser cuestionadas y miradas críticamente.

Así como un creyente puede caer en la cómoda facilidad de la verdad creo que el no creyente también puede caer en el creer ser iluminado por la primera idea interesante que halle. La única solución que veo es dialogal. De vendettas ya se ha visto mucho. En el curuchupismo de hallar al diablo en la iglesia o la religión, o los creyentes, tampoco encuentro palabras que no me suenen a nueva iluminación (en vertientes importantes y enriquecedoras también). Para mí sigue siendo curuchupismo ver demonios y no hombres construyendo sociedades, quisiera llamar la atención sobre esto.

Puedo aceptar que la gente quiera dejar una religión pero ciertamente me disgusta oír el tono de iluminación con que se sigue las críticas de pensadores que dirigen dardos muy cargados contra temas que no se han molestado en conocer desde una segunda cara o desde posiciones distintas a su radicalismo destructor (o sin un ojo que ya ha descartado toda lo que verá de entrada). Y ojo, no creo que toda destrucción sea mala, pero cuando escucho una crítica contra la "historicidad del génesis" o cosas tales como "la Biblia es contradictoria", o "Jesús no se comportó como el tipo perfecto que me pintaban", por lo tanto TODO es mentira y absurdo, me parece que dimos un salto grandísimo a un puro discurso de resentimiento disfrazado de razón. Me parece que en esos momentos falta un ejercicio autocrítico consistente que se detenga a revisar posturas desde el interior de aquella criticada y también posturas exteriores a ambas (la defendida_ en la que me apoyo, y la criticada). No me convence un "no sé, ni me interesa" cuando eso se le censuraría ipso facto a un fundamentalista religioso al pronunciarse sobre los males de la sociedad.

Creo que hay muchos aportes en mirar las cosas desde una perspectiva antropológica o una perspectiva filosófica de las cosas y también ver la evolución de tales ciencias en la manera de abordar estos problemas u otros, pues inclusive en la manera de abordar los problemas ha habido giros (véase un Thomas Kuhn en "la estructura de las revoluciones científicas", o al hablar de escepticismo David Hume en "investigación sobre el entendimiento humano", o al hablar de técnica y tecnología a un Heidegger en "la época de la imagen del mundo", o por ser más "rápidos" libros sobre cosmopolitismo y diversas aproximaciones a este tema). Al menos si llegamos al punto de descalificar como absurdo algo que tal vez es más complejo y en lo que otros seres humanos están metidos y encuentran sentido o sentidos a sus vidas. No me convence un "te respeto" cuando me están diciendo tonto todo el tiempo, eso me sigue oliendo a fundamentalismo (basta poner en el espejo al fanático que tanto se odia o genera fastidio hablando en los mismos términos para ver un reflejo de aquello que criticamos). Fanático es el que deja de ver personas y se contenta con ver las caricaturas que hace de los demás y es capaz de dejar de verlos por ella/ se pierde en el caricaturizar. Creo que eso vale tenerlo en cuenta y pesa con o sin religión.

En todo caso, ahí vamos, aprendiendo a hablar y qué bueno que se hable y se hable con pasión.

* Una persona con una religión, al menos para mí, es una persona que cree que puede entablar una relación con aquello que llama Dios. Eso no quiere decir que esa imagen no se pueda mover y ser cuestionada en la esfera personal (y también, valga si quieren el delirio o el juego psicológico, esta imagen preguntar de vuelta si la estoy comprendiendo_ p.e. un amigo, creyente o no, que crea otra cosa sobre algún principio o situación, me lo diga y en sus palabras pueda yo reconocer precisamente a Dios).
** Personalmente crecí cambiando temor de Dios por amor de Dios en mi infancia y me mantuve en ello considerando que el temor al Padre, que se nos relata en el hijo pródigo, debía ser un error.

3 comentarios:

  1. "Pero a vosotros, que camináis mirando al sol, ¿qué imágenes dibujadas en la tierra pueden conteneros?
    Y si vosotros viajáis con el viento, ¿qué veleta dirigirá vuestro andar?
    ¿Qué ley humana os atará si rompéis vuestro yugo lejos de la puerta de las prisiones de los hombres?
    ¿Y quién es el que os llevará a juicio si desgarráis vuestro vestido, pero no lo dejáis en el camino?"

    El profeta, Khalil Gibrán

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    Querido amigo

    Las opciones que he tomado en esta vida me han traído a un lugar del mundo en el que nunca pensé que llegaría a vivir. Lejos de los míos, de la cultura de mi cuna y de las verdades que creía comunes a todos, la Vida me enseñó (a golpes) a aceptar que toda verdad tiene tanto derecho a su espacio como la mía. Incluso, y tal vez eso ha sido lo más difícil de todo, incluso aquellas verdades que violentan mi propia verdad, ya sea caricaturizándola o censurándola.

    ¡Qué duro resulta aceptar que la verdad del otro tiene ese derecho a "ser" aún si violenta mi propia verdad! ¡Qué duro es mantenerme vulnerable ante quien me violenta! ¡Qué deseos de levantarme y con unos pocos buenos argumentos librarme de su violencia!

    Pero resulta que no siempre es posible librarme (o librar a otros) de esas ideas. A veces, esas ideas han llegado para quedarse y es necesario aprender a vivir con ellas y entre ellas. Reconozco que me he negado con todo mi corazón a aceptar que a veces el único camino para adelante es aprender a ser tolerante incluso con la intolerancia. ¿Pero cómo?

    No lo sé, mi amigo. Aún lo estoy descubriendo. Pero algunas pistas he ido recogiendo por el camino y te las comparto por si te sirven en el tuyo.

    La primera pista la encontré en mi nuevo País. Resulta que mis nuevos compatriotas aman su País sobre el resto de los países y a sus coterráneos por encima de todo extranjero (a menos que sea europeo, pero esa es otra historia). En todo caso, se espera que los extranjeros "disimulen sus costumbres" y "acoplen su lenguaje" como parte de su proceso de "integración". Además, han de acordar más allá de toda duda en que su nuevo País es mejor que su antiguo País (más aún en tiempos de fiestas nacionales). Acá ser patriota es parecido a formar parte de una barra brava nacional.

    Siendo que el nacionalismo para mi es sólo otra forma de racismo, entenderás el choque que esto me ha producido. ¿Cómo convivir con quienes constantemente remarcan su nacionalismo como un orgullo? ¿Cómo responder por milésima vez que en mi antiguo país no se celebran las fiestas nacionales por una semana y que eso no significa que uno no quiera a su país? ¿Cómo respetar que luego de dicha respuesta te hagan saber que mi nuevo País incluso en eso es mejor que mi antiguo país?

    Pues aún no lo sé. Pero una cosa entendí luego de caer enfermo con un lumbago terrible fruto de mucho estrés acumulado: un país entero no va a cambiar para que unos pocos extranjeros se sientan acogidos. Acá quien tenía que cambiar era yo. De alguna manera tenía que encontrar la forma de dejar de prestar atención a tanta tontería. ¿Qué importaba en el gran contexto de las cosas lo que el resto pensaba de mi, de mi país y de mis costumbres?

    Creo que a veces como Iglesia nos falta escuchar más el dolor de las personas. Pero también a veces nos hace falta escuchar un poco menos. Como bien decías, "una institución que se hizo demasiado grande y poderosa y que ahora tiene demasiados frentes que cubrir. ¿Le competen todos?". Creo que no. Creo que hay discusiones en que, como Iglesia, tendríamos más que decir con nuestro ejemplo que con nuestro discurso. Pero falta el ejemplo y nos enfrazcamos en el discurso. Y entonces nos perdemos.

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  2. La segunda pista que tengo la aprendí en el Hogar de Cristo. Ahí me tocó trabajar con muchas personas de distintas nacionalidades, credos y filosofías. Y algunas de las personas más difíciles con las que trabajé fueron personas profundamente convencidas de sus ideas al punto del fanatismo. Eran personas con las que prácticamente no se podía dialogar. Pero lo interesante es que aunque tal vez no hubo intercambio de ideas entre nosotros, encontramos un lenguaje común: el lenguaje del servicio.

    El servicio por el otro es un lenguaje que no tiene credo ni filosofía. Imagino que el servicio por el otro es como sonreír: viene en nuestro ADN. Si hay algo que nos une como seres humanos, ese algo es la compasión y el servicio hacia el que lo necesita. A veces creo que eso fue todo lo que Jesús nos vino a decir. Pero tal vez es sólo que aún no entiendo todo el resto de lo que Jesús nos dejó :)

    Creo que esta segunda pista es clave para mantenernos abiertos como Iglesia a las cosas en verdad importantes. Hace pocos días leía un artículo de José María Castillo llamado "La bondad desconcertante y escandalosa" (http://blogs.periodistadigital.com/teologia-sin-censura.php/2012/02/17/la-bondad-desconcertante-y-escandalosa). Me sorprendió el título. Ya lo había pensado alguna vez antes: si el corazón se llena del Amor de Dios, eventualmente nuestra vida llega al punto de ser desconcertante o hasta escandalosa para el mundo.

    Una vez que hemos llegado a ese punto, creo que no hace falta decir nada. Hemos conseguido, como expresó magistralmente Gandhi, que nuestra vida sea nuestro mensaje.

    Un abrazo inmenso...

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    1. Hola Socio, gracias por tu sentido comentario.

      Te recomiendo mucho un libro llamado "los límites del patriotismo" de Martha Nussbaum. Ella es una filósofa y abogada estadounidense. En el texto propondrá algo llamado educación cosmopolita como reacción a movimientos patrióticos que caen en el chauvinismo. El texto recoge las posturas de diferentes autores a su propuesta. Todas ellas muy enriquecedoras.

      Sobre lo que dices del respeto a la intolerancia. No lo sé. La pregunta es sencilla: ¿eso nos lleva a algún lugar? Pero tienes razón en que se pierde el tiempo cuando uno se queda parqueado en una discusión así. A veces hasta pienso que tienen alguna función social cuando las palabras de uno no logran aportar (a cosas que uno cree ver con tanta claridad). Tengo claro que diré lo que pienso cuando me encuentre con esas cosas pero también tengo claro que no serán mis banderas de batalla. Son temas para enfrentar en donde se encuentren no para ir a buscar. No en un mundo cargado de problemas mayores.

      Estoy de acuerdo con que la pregunta regresa a uno (cuando hablabas de la enfermedad). Precisamente ésa es la riqueza, intercambios a veces dolorosos pero que nos abren el mundo. El que pierde es el que se mantiene en posturas de resentimiento.

      De acuerdo con lo del discurso e Iglesia.

      Y es verdad. El lenguaje de servicio, la vida de comunidad y otros muchos detalles de la cotidianidad suelen ser el lenguaje que nos ayuda a superar diferencias que nuestras tontas cabezas se empeñan en marcar.

      Gracias por el link, ya lo voy a mirar.

      Fuerte abrazo!! y gracias de nuevo por compartir cosas tan personales e intensas, compartir parte de la vida.

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