Tengo mi cultivo de lombrices en un pequeño recipiente de tierra y plástico en la parte trasera de mi casa. Mi interés por tenerlas fue doble: mejorar la tierra del colegio en donde trabajo y relacionarme con la vida vegetativa de la tierra desde una dimensión más dinámica que la de las plantas (que también tengo). Comencé con dos lombrices y ahora, cuando las cuento, me topo alrededor de once. Así que alguna cosa estoy haciendo bien.
Las cuido de una manera simple: el recipiente en el que están está un poco elevado. Así no pueden entrar sapos o ningún tipo de predador a buscarlas. De ahí me limito a echarle agua a la tierra un par de veces a la semana. Finalmente, cada dos o tres semanas remuevo la tierra para saber si siguen ahí y si se han reproducido.
Surgen preguntas al lidiar con ellas: he visto un par de ciempies en la tierra ¿pueden ser predadores de ellas?, ¿cuánto tiempo viven?, ¿se puede ver aquello que producen luego de "comerse la tierra"?, ¿hago algún daño importante cuando la remuevo para ver cómo están?
La relación no es fácil, así que busqué conocer algo más que motive mi interés. Sé que lidio con dioses originarios de la tierra (¿hace cuánto existen como lo que son, por cierto?) pero son dioses silenciosos y lentos, con lo que aun no tenemos un lenguaje común.
Por cosas de la vida y lecturas cruzadas, recordé que tenía un libro de Stephen Jay Gould que compila artículos sobre historia natural, así que fui a él. Ojeando el índice me di cuenta de que tenía uno sobre lombrices (!) y que, además, años atrás, hasta lo había leído. Esta vez lo miré con los felices ojos de quien siente que tiene un vínculo con aquello que investiga. El artículo resultó ser una revisión de una última obra de Darwin que tocaba el tema de las lombrices The Formation of Vegetable Mould, Through the Action of Worms, With Observations on their Habits. Gould decía que el texto era considerado anecdótico por muchos de sus coetáneos pero que a él le parecía que, más bien, era un ensayo de cierre, en donde Darwin, demostraba una vez más porque era un científico de carta cabal. De acuerdo a Gould, Darwin, supo vincular su amor por la naturaleza (entendida como la atención a los hechos del presente y las hipótesis que uno podía confirmar desde la experimentación con ellos) con las preguntas por la evolución y la ciencia histórica, que solían terminar en el terreno farragoso de la especulación. Al observar el modo en que las lombrices transformaban los suelos, asegura, volvió a hacer una contribución relacionando hechos e historia de una manera plausible para la observación científica. Gould, les aseguro, guía bien el viaje. No por nada decían que fue un gran divulgador. Pero este post se trata de mi relación con las lombrices.
Desde mi pobreza de conocimientos, extraje tres cosas del artículo, al menos por ahora: que poner atención a las lombrices es un acierto; que sí es posible o, al menos vale la pena, poner atención a lo que ocurre en la tierra que trabajan y, que la remoción que estas hacen de la tierra al moverse, triturar y defecar, se hace desde un movimiento que parece ser parejo (cosa que observó en el hundimiento parejo de la tierra en las diferentes estructuras que revisó). Respecto a la segunda observación vale la pena pasar esta cita, porque es un tema que me desconcierta aun pero que dio algo para observar en esta relación:
(...) este mantillo es normalmente de un color negruzgo y de un espesor de unos pocos centímetros. Difiere poco en apariencia en las diferentes regiones, aunque puede reposar sobre diferentes subsuelos. La finura uniforme de sus partículas es uno de sus rasgos característicos fundamentales.
¿Estás ahí mantillo?
Ahora me siento inclinado a observar las galerías internas que hacen las lombrices y a mirar mejor qué es lo que ocurre en la superficie.
Concluyo este post con un fragmento del cierre del artículo, guarda un pequeño tributo a Darwin y a las lombrices a la vez:
(...) Darwin murió el 19 de abril de 1882. Quería que le enterrasen en el suelo de su pueblo adoptivom donde habría realizado una ofrenda final y corpórea a sus adoradas lombrices. Pero los sentimientos (y el politiqueo) de los colegas científicos y hombres ilustrados obtuvieron un lugar resguardado para que reposara su cuerpo en el seno del bien cimentado suelo de la abadía de Westminster, En última instancia, las lombrices no se verán privadas, ya que no existe permanencia en la historia, ni siquiera para las catedrales, pero las ideas y los métodos tienen la inmortalidad de la razón misma. Darwin desaparació hace ya un siglo y, a pesar de todo, sigue estando con nosotros siempre que decidimos pensar acerca del tiempo.--
(1) Por cierto, ¿cuántos tipos de lombrices hay? Hasta Gould se limitó a decir "lombrices" y nada más.
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