"That’s how we’re gonna win. Not fighting what we hate, saving what we love". Rose a Finn en Star Wars, The Last Jedi.
"Siempre" he creído que el cine es un gran vehículo de articulación en la vida de nuestras ciudades: reúne deseos y búsquedas, expresa resonancias y capta los temores de grandes conglomerados de personas que no nos conocemos directamente pero que compartimos muchos referentes comunes dinámicos. Asistir, estar, salir de un cine, y encontrarnos con comportamientos similares nos da cierta tranquilidad de que efectivamente, vivimos entre personas parecidas en ese gran lugar que es la ciudad.
En esta ocasión el lenguaje del cine fue un vehículo de un mensaje que me quedó resonando: aquello que Rose le dice a Finn hacia el final de la película The Last Jedi. El momento es este: La Resistencia se encuentra en apuros, su enemigo, la Primera Orden, los tiene prácticamente cercados y todos comienzan a pensar en acciones desesperadas. Uno de ellos es Finn, quien cree que, si se lanza contra el láser que La Primera Orden apunta hacia La Resistencia, al menos les dará tiempo para huir. Y va. Se sube a una nave y se lanza al ruedo. Nada lo detiene. Cuando todos creemos que de verdad vamos a perder a Finn y que lo veremos partir en un heroico acto de inmolación, plam! algo se le cruza en el camino, choca contra su nave y lo despide hacia un lado, salvándole del efecto destructivo del láser. El choque nos sorprende, ¿y ahora, qué? Además, están tan de moda los actos de inmolación en el cine, que también era lo esperable. Pero no, Finn, no logra su cometido y queda poco tiempo para el fin del rodaje, ¿qué diablos nos pueden decir que valga la pena oír en un momento así? Nada en la película parece indicar otro tipo de acto que salve el momento. Y de pronto, vemos salir de la pequeña nave que ha chocado a Finn a Rose, la mecánica de la Resistencia. Lo levanta, lo halla absurdamente sorprendido (a nosotros también) y le dice: "Así vamos a ganar. No luchando contra lo que odiamos sino, salvando aquello que amamos". No recuerdo si lo besa, pero recuerdo que entendí. La expresión, se podría decir, era cursi ("ok, te enamoraste") pero cierta.
En esta ocasión el lenguaje del cine fue un vehículo de un mensaje que me quedó resonando: aquello que Rose le dice a Finn hacia el final de la película The Last Jedi. El momento es este: La Resistencia se encuentra en apuros, su enemigo, la Primera Orden, los tiene prácticamente cercados y todos comienzan a pensar en acciones desesperadas. Uno de ellos es Finn, quien cree que, si se lanza contra el láser que La Primera Orden apunta hacia La Resistencia, al menos les dará tiempo para huir. Y va. Se sube a una nave y se lanza al ruedo. Nada lo detiene. Cuando todos creemos que de verdad vamos a perder a Finn y que lo veremos partir en un heroico acto de inmolación, plam! algo se le cruza en el camino, choca contra su nave y lo despide hacia un lado, salvándole del efecto destructivo del láser. El choque nos sorprende, ¿y ahora, qué? Además, están tan de moda los actos de inmolación en el cine, que también era lo esperable. Pero no, Finn, no logra su cometido y queda poco tiempo para el fin del rodaje, ¿qué diablos nos pueden decir que valga la pena oír en un momento así? Nada en la película parece indicar otro tipo de acto que salve el momento. Y de pronto, vemos salir de la pequeña nave que ha chocado a Finn a Rose, la mecánica de la Resistencia. Lo levanta, lo halla absurdamente sorprendido (a nosotros también) y le dice: "Así vamos a ganar. No luchando contra lo que odiamos sino, salvando aquello que amamos". No recuerdo si lo besa, pero recuerdo que entendí. La expresión, se podría decir, era cursi ("ok, te enamoraste") pero cierta.
Escribo esto porque creo que la frase expresa algo que yo estaba buscando. Pienso mucho en mi país y en todas las razones que encuentro para no creer en él ni en los míos. Pareciera que ninguna apuesta vale. Meterse en caminos públicos no vale la pena. Paga mal. Siempre hay algo que termina en escándalo. Tenemos poca educación pública, ¿para qué meterse en un mar tan inesperado, manoseado y complejo? Peor aun si se sabe poco de esas aguas. Pero buscar entre los ciudadanos de a pie, tampoco parece valer la pena: andamos demasiado desarticulados, estamos demasiado habituados a nuestra forma de vida, nos gusta lamentarnos y soñar pero, de verdad... no mucho más. En el mejor de los casos "el físico" de nuestros deseos fuertes aun da para poco. Finalmente, buscar entre personas organizadas suele tender a unos romances llenos de idealismo a los que les he perdido mucho dulce. Entonces, ¿qué hacer?
Suelo auspiciar la búsqueda, las iniciativas. Un medio adolescente como el nuestro, pobre o empobrecido (económico y culturalmente), tiene un reverso positivo: hay mucho por hacer. Existe un campo fértil para crear, para sumar en Ecuador. Lo he hallado algunas veces ya, cuando he logrado depositarme en un trabajo vinculado con nuestras fronteras sociales o educativas. Después de todo, una cultura no es otra cosa que ese juego de pulsos, palabras y relaciones que tejemos cada día entre los que habitamos este país.
La frase de Rose expresa esa delicadeza o ese horizonte de acción que estaba buscando y que de alguna manera vivía ya (siendo, por naturaleza, un optimista), esa intuición más profunda, aquella que descansa y sobrevive a las ideologías: uno hace las cosas porque las ama. Y si las quiere para otros, pues les cuenta ese amor, o los vuelve testigos y compañeros de ese amor. Así se puede aceptar el tiempo invertido, la desazón y dejarse visitar por la suave alegría que llega de cuidar lo que se ama.
Cuando pienso en mi país lo hallo aun demasiado centrado en combatir lo que teme. Y creo que por eso fallamos. No nos centramos en cuidar aquello que alivia el corazón cuando no hay nada. Las palabras de Rose parecen indicar una manera y un lugar por el que comienzo a caminar: el amor y, si vale la pena, su inevitable contagio.
La frase de Rose expresa esa delicadeza o ese horizonte de acción que estaba buscando y que de alguna manera vivía ya (siendo, por naturaleza, un optimista), esa intuición más profunda, aquella que descansa y sobrevive a las ideologías: uno hace las cosas porque las ama. Y si las quiere para otros, pues les cuenta ese amor, o los vuelve testigos y compañeros de ese amor. Así se puede aceptar el tiempo invertido, la desazón y dejarse visitar por la suave alegría que llega de cuidar lo que se ama.
Cuando pienso en mi país lo hallo aun demasiado centrado en combatir lo que teme. Y creo que por eso fallamos. No nos centramos en cuidar aquello que alivia el corazón cuando no hay nada. Las palabras de Rose parecen indicar una manera y un lugar por el que comienzo a caminar: el amor y, si vale la pena, su inevitable contagio.
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