Ayer ocurrió algo nuevo en mi país otra vez. Tuvimos una elección cerrada (al menos de acuerdo a todas las encuentras previas) entre Guillermo Lasso y Andrés Arauz. Ambos candidatos eran considerados como los candidatos de dos oposiciones extremas: Lasso, hacia la derecha, con la visión de la libertad, emprendimiento, reducción del Estado y temor de un giro del país hacia un modelo de izquierda (totalitaria) y, Araúz, que pretendía hablar desde una perspectiva de izquierda, optimista de la visión de un Estado protector y asociado al correísmo, que decía manejar una visión social destacada, sobre todo, por un lenguaje de oposiciones entre buenos y malos, y amigo, al menos en su pasado, de un Estado marcado por la propaganda y la minimización de sus opositores. En la primera vuelta le había ido mejor a Andrés Arauz, con un 35% de votantes a su favor, vs un Guillermo Lasso, con un 16% muy peleado con Yaku Pérez, candidato destacada por discurso social y ecologista y también centrado en las bondades del Estado pero poco claro sobre una perspectiva de crecimiento económico no vinculado a un discurso de bueno y malos (menos cargado de violencia pero centrado en los mismos lugares comunes del correísmo).
En el medio de la primera vuelta se quedaron candidatos no esperados: Xavier Hervas, el mencionado Yaku Perez y Pedro José Freile. Lo característico o distinto de estos personajes fue su postura marcada por un lenguaje de menor confrontación, deseo de construcción con posturas diferentes y optimista sobre el futuro. Hervas, al perder, ,habló de un diálogo de mínimos entre las posturas en los extremos, que permita hablar de una agenda común de país, Freile, más centrado en una visión de emprendimiento y encuentro y, Pérez, que no tomó a bien su derrota, pero que había sido destacado por su sentido del humor y buena vibra sobre el futuro.
Los porcentajes obtenidos por ellos fueron la sorpresa de la elección, pues eran una salida del discurso marcado entre las dos tendencias extremas entre izquierda y derecha representadas por Lasso y Arauz. Todos nos preguntábamos a quiénes irían esos votos que deseaban algo nuevo pero no se sentían representados por los candidatos de los extremos. Para la segunda vuelta fue muy importante para los ganadores canalizar esos votos. A ambos les tocó incluir en su discurso temas que habían dejado bajo el tapete: inclusión de la comunidad LGBTI, inclusión del discurso sobre las libertades de las mujeres, mejor definición de su postura sobre los recursos de la naturaleza y un mejor discurso sobre su atención a la atención a los problemas sociales y concreción sobre su visión de reactivación económica. A la vez, una clara necesidad de desmarcarse del gobierno de turno, que ha venido en picada desde los acontecimientos de octubre de 2019 (un evento muy confuso y doloroso que se ha ido aclarando, cada vez más, con el pasar del tiempo). Cómo se leía octubre era uno de los puntos delicados para todos: tanto candidatos como electores.
En todo caso. Entre los extremos de los que nos tocó escoger, el grupo de votos "de centro" prefirió dos cosas: quedarse desmarcado de ambos grupos y, apoyar la postura de Guillermo Lasso, no tanto por su visión de prosperidad, como por su apuesta más convincente de mantenerse en una línea democrática.
Hay mucho más que decir, pero debo decir que, desde el abandono en que veo a mi país y la sucesión de tristezas públicas que se han agudizado por la pandemia, me ha sorprendido que el país opte por un régimen de tipo democrático y se distancie de la tentación del autoritarismo, cuyo mejor caldo de cultivo han sido todos los eventos confusos de este último par de años. ¡Qué sorpresa buena, país!
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