Comencé a leer "Voces de Chernóbil en septiembre del año pasado. Recuerdo que cuando lo hice me parecía algo tan extraño y fuerte toparme cosas como que el amor se vea lanzado al heroismo y la pérdida en un abrir y cerrar de ojos, o que la vida cotidiana parezca mantenerse normal pero, más allá de lo visible, la vida haya acabado como se la conocía por un accidente producido por desconocidos a kilómetros de distancia.
Voces de Chernóbil recoge más diez años de testimonios de quienes padecieron la explosión del reactor núclear ubicado cerca de Pripiat, en la actual Rusia, en el año mil novecientos ochenta y seis. Los relatos son presentados a manera de una polifonía de voces. Entre ellas es posible encontrar a heroicos liquidadores, bomberos, esposas, hijos de todas las edades, ancianos granjeros, profesores y más. O sea, la totalidad de habitantes de un poblado por decirlo más brevemente.
Su estilo de narración pretende ahondar en la tragedia personal y psicológica de los afectados. A ello ayuda su forma, que expone estas voces a manera de monólogos en lo que la autora, le periodista Nobel, Svetlana Alexievich, es invisible. Solo será conocida por las preguntas que los narradores le formulan de vuelta, sin respuesta alguna de su parte. Como si estos hubiesen estado pensando en voz alta para sí mismos.
Eso me lleva a comentar un poco mi experiencia del libro: el texto es invaluable, por cuanto tiene testimonios directos de quienes padecieron el atroz accidente. Dependerá, más bien del lector, la capacidad de digerir los dolorosos relatos que se recogen en él.
En lo personal, me tuve que detener por un tiempo. No es una lectura en la que uno se pueda sumergir como en una novela. Es un texto que duele y jala, más bien. El hecho de que esté narrado a la manera de monólogos recopilados solo hace más inmersiva la lectura y la percepción de desconcierto que produjo y aun produce ese evento en quienes lo padecieron directamente.
Para quienes están más fuertes y buscan información, el texto será una bella y desgarradora polifonía que les permitirá dibujar mejor el mundo nuevo que nos reveló el accidente. Para los demás, como yo, solo puedo recomendar una lectura pausada y silencio.
Para cerrar: paradojas de nuestro mundo, meses después de que comencé a leer el libro estalló en nuestro mundo, el mundo de hoy, la pandemia del COVID -19 y rápidamente experimenté cómo lo incomprensible y distante de las historias contenidas en Voces de Chernóbil, de repente se asemejaban muchísimo a las historias que ahora tocaban las puertas de nuestras casas a escala global.
Cierro con esta foto de posible mal gusto en la biblioteca del colegio. Ni la mascarilla ni el visor, fueron usadas como disfraz, como cualquier lector contemporáneo lo sabe. Quise dejar por aquí un documento de aquellas veces en que la ficción o lo distante, es tocado y superado por la realidad.
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