(para ampliar, colaboración para una micropublicación)
Mientras más conozco la Iglesia de
la Compañía, siento que más me maravillo y conecto de la historia del Ecuador.
Me pareciera que comienzo a conocerlo en Quito, años después, desde el silencio
de paredes que hablan.
Varios días a la semana, al regresar
del trabajo, entro en ella por la puerta principal sólo por el gusto de dejarme
impactar de algún detalle por descubrir. Acompaño recorridos como paseante,
otras veces yo mismo guío recorridos de amigos, estudiantes, parientes,
colaboradores o nuevos conocidos. Ni chicos ni grandes parecen pasar
indiferentes si tienen tiempo de mirar. Recientemente voy descubriendo con
mayor atención el sentido central del templo, la Eucaristía, a Jesús
sacramentado. Lo anuncian los ángeles en el frontispicio y lo vuelve a anunciar
Juan el Bautista niño cuando cruzamos la mampara. Jesús en tiempo presente
espera a cualquier caminante delante, silencioso.
En las paredes de la nave central, a
nuestros lados, los profetas asoman desde las circunstancias de su tiempo y nos revelan fragmentos aspectos
de la presencia del Señor al que hemos de encontrar. Les recomiendo
observar las inscripciones en latín que todos llevan y luego observar las
pequeñas imágenes que acompañan cada cuadro. Pero se acaba el espacio. Bienvenidos,
hay mucho por conocer.
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