Una claridad en medio de la corrida.
Hace unos días me di cuenta por qué es más el taoísmo que el budismo lo que me llama la atención. Porque la búsqueda adicional no es hacia adentro, sino hacia algo así como la atención a percibir el mundo que llega y mirar alrededor.
Tal vez el budismo y el cristianismo compartan una veta parecida en la reflexión tranquila y por eso el cristianismo me basta frente a la curiosidad por el budismo (además de su carácter dinámico con el cual me identifico).
El critianismo tiene algo así como un cuidado desde el corazón. De ahí cierta manera de entender los sentimientos como desde adentro: meter al otro dentro de uno o sentir como ese otro se vincula y se encuentra ya conmigo, las barreras caen, hay paz y alegría del corazón.
El taoísmo, en el sentir, parece estar menos comprometido con los fenómenos internos como con el mundo que los provee. No sé cómo definir este enfoque diferente de la atención y la sensación o percepción. Por eso su discurso es menos sobre el otro ser humano. Como si la naturaleza hablare y buscare dejarnos estar en ella. Busca menos contenerla que dejarla llegar.
Tal vez el cristianismo se le parezca, pero el asunto del otro da para tanto en este mundo en crecimiento frágil que casi no es posible verlo en su discurso. Después de todo, es absolutamente poroso. El cristiano siempre puede ser sorprendido por la voz de Dios.
Creo que hay riqueza en su actual separación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario