La Naturaleza es un templo cuyos vivientes pilares, dejan a veces escapar
confusas palabras. El hombre posa allí a través de bosques de símbolos,
que lo observan con miradas familiares.
Como largos ecos que de lejos se confunden en una tenebrosa y profunda unidad
-vasta como la noche y como la luz- los perfumes, los colores y los sonidos
se responden.
Hay perfumes frescos como carne de niño, dulces como los oboes, verdes como
las praderas. Y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes, que tienen
la expansión de las cosas infinitas, como el ámbar, el almizcle, el benjuí
y el incienso, que cantan los transportes del espíritu y los sentidos.
*Charles Baudelaire, Las Flores del Mal, traducción de Ulyses Petit de Murat. Ediciones DINTEL, 1959. Visto en: http://marcelosaraceno.tripod.com/poemasbaudelaire.html, a propósito de una revisión de la ética de la autenticidad, capítulo 8 de Charles Taylor.
PD. A fecha 24.6.2020 me topo a Buenaventura de Bagnoregio, más conocido como San Buenaventura y su teoría de las correspondencias.
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