jueves, 26 de enero de 2012

Reacciones a una reacción o Los super héroes de Coca Cola.

Hace una semanas pude ver unos comentarios de Rafael Méndez Meneses/ Kevinhurt, a propósito de la propaganda Super héroes de Coca Cola (http://kevinhurlt.blogspot.com/2012/01/los-super-heroes-de-coca-cola.html). En esa ocasión hice algún comentario pero ahora quisiera extender y cambiar algo mi reflexión sobre lo que su post y el comercial suscitaron en mí.

Para comenzar debo precisar que el post de Rafael/Kevinhurt se limitaba al comercial. A propósito de este él cuestionaba: ¿es realmente heroico que un boca abierta le pase la billetera a otro? y concluía: de ser así el heroísmo ha sido devaluado. En este post daré razones por las que comparto el malestar de Rafael/Kevinhurt y razones por las que me distancio del mismo. Asumo que cualquier lector ha visto el comercial, sino aquí está el link: 
http://youtu.be/ECrbpJ89VqQ

Mi percepción: el video presenta imágenes de videos vintage/antiguos con niños disfrazados, a la vez  nos invitan al recuerdo de aquel juego de héroes que tal vez muchos tuvimos en la infancia. Al finalizar, el video nos muestra adultos disfrazados haciendo lo que solemos llamar "buenas obras" y nos invita a ser "héroes" de nuevo. De fondo ha estado sonando todo el tiempo la canción “Heroes” de David Bowie.

Rafael veía en todo esto un rebajamiento del heroísmo y comparto el punto hasta cierto momento. Estas son mis razones:

El video me gusta porque evoca nuestra infancia, el juego y, en cierta manera creo que  nuestros mejores deseos (al menos en mi percepción del héroe). En este comercial es posible que esto se pierda al mostrarnos pocos actos heroicos en los juegos de los niños: un niño empuja un carro y otros tumban a un villano al piso, lo demás son los niños usando sus disfraces. Y entonces me preguntaba ¿qué falta? Miré mi infancia y me preguntaba ¿jugaba al superhéroe sólo para disfrazarme o lo hacía para hacer lo que él hacía? Si seguimos viendo el comercial igual podemos comprender el mensaje y la intuición de quien lo ideó: un héroe era alguien que hacía esfuerzos sobrehumanos por aquello que consideraba correcto o importante. También es verdad que un héroe tenía claro que él era bueno y luchaba contra alguien o algunos que eran claramente malvados. Pero detengámonos en el sentido del héroe.

Cuando digo héroe me imagino algún tipo de servicio (y creo que el comercial me apoya cuando los adultos todos están haciendo algún tipo de actividad en servicio de otros). Rafael/Kevinhurt criticaba una de las actividades, pasar una billetera. En sus palabras el heroísmo queda reducido y esto en cierto sentido lo comparto. Si ser un héroe significa alguna actividad tan sencilla como pasar una billetera, dar una clase o sembrar un árbol, ciertamente el heroísmo parece reducirse. ¿Para qué un superpoder o vestirse de manera especial si ser un héroe (o sea, algún tipo de categoría superior de servicio) es algo tan cotidiano? El heroísmo, que suele ser algo asombroso, en el comercial, parece volverse cotidianidad y cotidianidad implica rutina, esto es una manera de no poner atención especial a ciertas cosas que no nos competen directamente. Todo esto es diferente del heroísmo o del héroe, que es quien, precisamente, vuelve importante aquello por lo que no se suele estar dispuesto a dejar lo rutinario. Aquí me detengo y pienso, tal vez el heroísmo impresiona porque sale de lo común pero, sin embargo, vuelve importante aquella cotidianidad y su usual sentido: trabajamos por nuestros seres queridos o aquello que deseamos lograr y por lo que somos capaces de poner nuestro tiempo e ideas en una construcción que avanza día a día. Después de todo el héroe salva a personas comunes en una rutina alterada por un villano.

Pero sigamos. Creo que el héroe sobresale porque resalta esto al abstraernos del cotidiano y ubicarlo en una situación asombrosa en la que este hace algo por otro. A través de esta abstracción el rol del héreo nos lleva a volver la cabeza y recordar lo importante que son las cosas que estamos haciendo. Se podría decir que el héroe apunta al imaginario que nos motiva el día a día y lo vuelve particular. Al hacerlo nos permite ver en lo ordinario lo extraordinario. Al convertirse en una abstracción el héroe vuelve visibles, conversables y discutibles, en la seguridad de la situación de otro tercero valeroso sobre el que comentamos, aquello que hacemos día a día.

Rafael veía y cuestionaba un heroísmo tal vez mediocre. Comparto su malestar porque el héroe, o sea esta imagen particular, en el video de Coca Cola se disuelve en la cotidianidad y pierde el rol de evocar y singularizarse. Lo especial parece volverse demasiado común y entonces pierde aquella singularidad que nos lleva a mirarlo, pierde su heroísmo.

Durante la segunda mitad, en la aparece el momento “presente”, el héroe me parece pálido, se contenta con poco (pasar una billetera). No es verdaderamente singular y además no tiene súper poderes. Aquí creo que hasta comienza a retratarnos a nosotros de manera incompleta. No hay evocación en la segunda parte, hay un retrato incompleto de lo que sabemos. Se pierde la especialidad del esfuerzo puesto en nuestra cotidianidad (la súper fuerza del héroe, su integridad en sus luchas, que creo yo representan esos sentimientos y deseos detrás de nuestras acciones y los legados que queremos dejar a los cercanos), por un retrato incompleto de nuestra propia cotidianidad. En ese sentido el comercial me parece pierde al heroísmo y voy más allá que Rafael, no es mediocre, pierde al héroe (y lo que evoca) por una caricatura de este (y por lo tanto de nosotros). En este sentido el súper héroe pierde su función. Un superhéroe sin súper poderes es como un ser humano sin pasiones. En el super héroe se deberían poder ver porque representan las motivaciones muchas veces calladas pero intensas de los actos humanos. Estas se visibilizan en el héroe en su súper fuerza o súper inteligencia. En estas facultades yo leo un “esto no puede ser destruído porque es importante”,  por eso el súper poder o aquello que no puede (o no debe) ser vencido.

Sin embargo, creo que el comercial no lo pierde todo. Me gustan las frases finales: “volvamos a jugar que el mundo nos necesita”. Me gusta la palabra juego. Se podría ver en sentido de disminución (¿cómo que “jugar” a si el mundo me necesita?). Pero si recuerdo mi manera de jugar en mi infancia, tal vez tiene que ver con la máxima seriedad: ese juego era la representación de mis mejores deseos y mis mejores ideales vividos en total libertad y plasticidad. El juego era tan serio que era gracioso y agradable por mi elevación y hasta me disfrazaba de mi manera preferida de vivir la lucha por el bien. Jugaba con la seguridad del que tiene la razón y con el desconcierto de que quien juega de “malo” me sorprenda haciendo cosas que no espero y tengamos que replantear las reglas del juego o nuestros roles y maneras de proceder. El juego del héroe entonces se presta para análisis interesantes; el video de Coca Cola, al ponérmelo de frente, me permite recordar y elaborar.

En ese sentido me alegra que alguien conecte infancia, heroísmo y presente con el pretexto de venderme una cola, porque la cola me la tomo pero la evocación me puede lanzar a cualquier lugar si la tomo en serio, o sea, en juego.

En conclusión. El comercial no me gusta por varias razones pero me agrada por lo que está de fondo (lo mismo la campaña si sigo los links a los que lo invitan los afiches en la calle). Si me suscribo a sus actividades siempre tendré presente a Coca Cola en la mediación de la organización de las cosas positivas que propone (o me permite proponer). Podría decir: ¡oh, malvada empresa, te quieres aprovechar de mí! pero la cola es un jingle y la evocación, si me lo permito, el todo. La manera de jugar la decido yo y para eso tengo toda la plasticidad que me permite el retomar la evocación del heroísmo. Puedo planteármelo con o sin Coca Cola, la evocación está lanzada.


G.K. Chesterton decía a propósito de los cuentos de hadas que eran buenos no porque hablaban de dragones sino porque nos decían que podían ser derrotados. Yo valoro las cosas como esta porque si nos detenemos más allá de mirar un comercial, o la sorpresa y el agrado de las iniciativas que presentan en la página, nos llevan a la posibilidad de plantearnos crear presentes interesantes desde el juego en toda la amplitud de la palabra. Y también de reconocer con emoción, en las diversas imágenes de héroes o súper héroes, lo que muchas veces ya está en juego y constituye las decisiones diarias que tomamos en nuestra vida. “El mundo necesita más héroes” es verdad, y también es grato saber que la inspiración de estos imaginarios tal vez subyace en una realidad conocida, particularizada y melodramatizada. Tal vez nuestra forma más usual de percibir y elaborar la realidad.

martes, 24 de enero de 2012

¿Canales diferentes?


Pienso que las discusiones fuertes o sobre temas muy controversiales, como es el caso del tema religioso, deben ser aproximadas como murmuraciones en las que estamos tratando de decir al otro cosas como desde idiomas diferentes.

Suelo descubrir que las palabras de una persona muy enojada (o muy escandalizada) no son las palabras que lanza en un principio. Encuentro en esto maneras en que queremos expresar el malestar que sentimos. Para entrar en la comprensión de esas primeras palabras (murmuraciones para el oyente) debo primero oír todo el malestar que x quiere expresar. La siguiente parte es tratar de tender un puente desde ese otro lado en el que me hallo, ese gran vacío respecto a esta persona, y a la vez emitir mis primeras reacciones (murmuraciones de vuelta) que permitan en un primer momento reconocernos. Luego podemos aspirar a comenzar a hablar. Lo curioso es que nosotros creemos que desde el principio hemos estado hablando.

Precisamente ese el problema que encuentro en las discusiones sobre el tema religioso (y otros, como una apasionada discusión política). Emitidos los primeros "sonidos guturales", que deben ser reconocidos para recibir otros sonidos guturales de vuelta y así comenzar a entendernos, preferimos creer que hemos estado hablando desde el principio y pretendemos petrificar todas las palabras que se han dicho de parte y parte.  Cuando las cosas ocurren así viene a mi mente el juego de estatuas o la palabra curuchupismo (que es lo mismo: mirar al otro fijamente hasta poder decir "caíste", o en la versión sana "te reíste", pero la risa sólo se puede dar fuera del juego curuchupa que creo seguimos jugando pero no queremos ver, es un juego que se toma demasiado en serio lo que es simple problema de comunicación). 

Si prefieren a mí me gusta imaginar que se construye un puente como el de The Last Mimzy. Las partes están todas en el piso o dispersas y a medida que vamos hablando el puente comienza a construirse en el aire. El error es creer que el puente ya está construido desde las primeras palabras.

Puesto en la mesa este chafito podemos comenzar.

Días después de escribir una aclaración o llamado de atención a un amigo (sobre su manera de hablar a la ligera de la iglesia pero con un fuerte tono de negatividad y censura, en lo que sentí una versión fundamentalista y autocontenta) http://www.ivoox.com/gkillcity-radio-programa-11-conversando-con-audios-mp3_rf_929350_1.html, me surgen estas preguntas: como católico, ¿debo tener una palabra para todo lo que hacemos?, ¿debemos tener una palabra para todo lo que ocurre?

Las palabras de la iglesia, hasta donde conozco, se han reducido a la fe y a la moral (este segundo campo sigue siendo vasto). Llevo tiempos creyendo que, en la parte de la moral, tal vez debemos dejar las cosas o quitarnos los rezagos de verdad dogmática (podemos proponer pero no mandar al infierno a quien no desee oír nuestra comprensión y visión de las cosas). No encuentro en esas pérdidas de tiempo, de tratar de decir todo en palabras siempre correctas (cuando propongo que tal vez la comunicación es algo más dinámico y menos petrificado), en mi experiencia de Dios. Me gusta discutir cosas y pensarlas, pero francamente no siento de Dios el dedicarle toda la cabeza a tanta "precisión" en una afirmación de naturaleza moral (en el sentido de tener que defender palabras "oficiales" dichas y tratar de ser un intérprete malabarista de las mismas por el temor a reformular lo dicho). También creo que es verdad que en la práctica del cristianismo hay que pensar lo que se hace, pero... haciendo. Creo que tiene más de praxis que de discurso exacto. Cuando nos perdemos en el rigorismo de palabras "oficiales" imagino un ejercicio de convencimiento e intento de credibilidad importante, pero ¿tan importante?

En la discusión que le planteaba a mi amigo he llegado a pensar si tal vez yo estaba comenzando a caer en el error de estar pasando por alto lo fundamental: mi experiencia cristiana y compartir aquel plus o lo que fuere que le encuentro (que es lo que puedo compartir), por defender la institución. Además, una institución que se hizo demasiado grande y "poderosa" y que ahora tiene demasiados frentes que cubrir. ¿Le competen todos? ¿Se puede decir tantas cosas desde lo que dijo Jesús? ó, si como iglesia hablamos de seguir la relación con el espíritu como mediador, ¿no deberíamos comenzar a tomarnos en serio que "iglesia" es la comunidad de fieles y no sólo los guardianes de los contenidos básicos de una  tradición (al menos en términos de creer que hay cosas que decir en la parte de moral)?

Creo, a pesar de todo, que Dios sigue hablando en ese evangelio que muchas veces se deja reposando detrás de nuestras palabras (me llama mucho la atención, a propósito de esto, la conversión que tuvo Monseñor Romero, el mismo evangelio, en la misma persona, vivido de dos maneras diferentes). Creo que en estos momentos la institución cojea cuando pretende hablar de iglesia como comunidad, cuando la palabra oficial es tan importante y está tan petrificada que la gente tiene miedo de decir las cosas como las vive y las entiende. Y sí, la institución acompaña y hasta orienta, pero no es la policía, ni la vocera de lo que nadie conoce porque no se ha discutido con seriedad mayor a la de titular de periódico o como con el color de haber querido cumplir con algún requisito en una lista de popularidad. Saltamos demasiado pronto a querer decir que nos hemos entendido y que todo está bien.

Experimento y veo que Dios se mueve y no tiene que andarse cubriendo en ningún frente. Asoma en todos lados*. Los humanos he llegado a creer, de una y otra manera creamos instituciones. He llegado a creer que la iglesia es una de ellas, pero también que dios no se limita a esa iglesia. Sin embargo, sí creo que esa iglesia es una de las formas en las que hablamos de Dios y nos acercamos a él y ese me parece un ejercicio válido e importante. Cualquiera puede comprender, creo, en la cultura en la fuimos formados, que Dios significa algún tipo de totalidad y también todo lo mejor**. ¿Por qué querer descartar este intento de comprensión de ese todo que nos enseñaron a pensar, o en el que creo que tendemos a pensar, o que es válido que tengamos como canal abierto_ no habiendo sido dichas palabras finales, sobre la totalidad de lo que es la humanidad, el conocimiento o la vida?

Encuentro que todo el problema de fondo está en que lo que se conoce como iglesia en Ecuador, o mejor dicho, para no caer en generalización extrema (pues decir iglesia ya es generalizar, pero tal vez hasta decir "yo" es generalizar), en Guayaquil (y aun así decir esto es muy grande porque está constituida por muchas personas, sacerdotes y fieles, comunidades de fe, todos diversos en diferentes cosas). Tal vez ha habido un grupo organizado de gente a nivel comunicacional que ha tenido a nuestra gente mirando ídolos y deseando un tipo de perfección y aceptación de un Dios (que ya nos ama) y esto simplemente ha llegado a cansar. Mucha gente se ha despertado y quiere botar al ídolo, pero también la idea de Dios con este. Creo que aquí hay un error. No por el hecho de que se deba seguir creyendo sino porque creo que descartar a Dios tal vez es descartar una idea que tiene mucho que ver con nosotros como individuos y colectivo. Una idea, en mi caso creencia, que me permite tener un referente de aquellas cosas a las que llamo importantes desde un ejercicio comunitario a veces difuso, a veces claro (aquí la pata coja pues muchas veces, parece, suele quedarse en moral interna regulada por fulano) y durante el proceso de ir creciendo. Creo que es válido tener puntos de partida, por difusos que fueren, por lugares comunes que tuvieren, que me acompañen en mi vida y también puntos de llegada o de retorno. Para el que sea un nietzscheano y quiera la estepa bien por él, precisamente esa es la riqueza de estar parados en lugares diferentes.

Otras ideas. A mi modo de ver, que me digan que la religión es mala porque no es racional es como que me digan que la música es mala porque no es racional. Que me digan que la religión es mala porque produce violencia, es como que me digan que el fútbol es malo porque produce violencia. Pero en el segundo caso creo hay un matiz. El fanatismo religioso sí ha producido grandes males (persecuciones, torturas y asesinatos en nombre de Dios). Pero lo mismo se puede ver en la manera en que la humanidad ha construido sus sociedades. La iglesia ha producido grandes males, pero también grandes santos e intuiciones. Los grandes santos como Francisco de Asís o Pedro Claver, o grandes intuiciones como la de la inclusión y el valor de todo ser humano, siempre presente y sonando, aunque los portadores se la hayan pasado de largo muchas veces (y dé para muchas cosas que pensar y todavía discutir en el futuro). ¿Será que hay cosas que producen grandes bienes y males porque en el fondo hay grandes ideas? Dejar a Dios porque su idea produce males es como querer dejar la ciencia porque produce males. Tal vez es en el uso que hagamos de estas cosas en donde está la diferencia. Ambas direcciones deben poder ser cuestionadas y miradas críticamente.

Así como un creyente puede caer en la cómoda facilidad de la verdad creo que el no creyente también puede caer en el creer ser iluminado por la primera idea interesante que halle. La única solución que veo es dialogal. De vendettas ya se ha visto mucho. En el curuchupismo de hallar al diablo en la iglesia o la religión, o los creyentes, tampoco encuentro palabras que no me suenen a nueva iluminación (en vertientes importantes y enriquecedoras también). Para mí sigue siendo curuchupismo ver demonios y no hombres construyendo sociedades, quisiera llamar la atención sobre esto.

Puedo aceptar que la gente quiera dejar una religión pero ciertamente me disgusta oír el tono de iluminación con que se sigue las críticas de pensadores que dirigen dardos muy cargados contra temas que no se han molestado en conocer desde una segunda cara o desde posiciones distintas a su radicalismo destructor (o sin un ojo que ya ha descartado toda lo que verá de entrada). Y ojo, no creo que toda destrucción sea mala, pero cuando escucho una crítica contra la "historicidad del génesis" o cosas tales como "la Biblia es contradictoria", o "Jesús no se comportó como el tipo perfecto que me pintaban", por lo tanto TODO es mentira y absurdo, me parece que dimos un salto grandísimo a un puro discurso de resentimiento disfrazado de razón. Me parece que en esos momentos falta un ejercicio autocrítico consistente que se detenga a revisar posturas desde el interior de aquella criticada y también posturas exteriores a ambas (la defendida_ en la que me apoyo, y la criticada). No me convence un "no sé, ni me interesa" cuando eso se le censuraría ipso facto a un fundamentalista religioso al pronunciarse sobre los males de la sociedad.

Creo que hay muchos aportes en mirar las cosas desde una perspectiva antropológica o una perspectiva filosófica de las cosas y también ver la evolución de tales ciencias en la manera de abordar estos problemas u otros, pues inclusive en la manera de abordar los problemas ha habido giros (véase un Thomas Kuhn en "la estructura de las revoluciones científicas", o al hablar de escepticismo David Hume en "investigación sobre el entendimiento humano", o al hablar de técnica y tecnología a un Heidegger en "la época de la imagen del mundo", o por ser más "rápidos" libros sobre cosmopolitismo y diversas aproximaciones a este tema). Al menos si llegamos al punto de descalificar como absurdo algo que tal vez es más complejo y en lo que otros seres humanos están metidos y encuentran sentido o sentidos a sus vidas. No me convence un "te respeto" cuando me están diciendo tonto todo el tiempo, eso me sigue oliendo a fundamentalismo (basta poner en el espejo al fanático que tanto se odia o genera fastidio hablando en los mismos términos para ver un reflejo de aquello que criticamos). Fanático es el que deja de ver personas y se contenta con ver las caricaturas que hace de los demás y es capaz de dejar de verlos por ella/ se pierde en el caricaturizar. Creo que eso vale tenerlo en cuenta y pesa con o sin religión.

En todo caso, ahí vamos, aprendiendo a hablar y qué bueno que se hable y se hable con pasión.

* Una persona con una religión, al menos para mí, es una persona que cree que puede entablar una relación con aquello que llama Dios. Eso no quiere decir que esa imagen no se pueda mover y ser cuestionada en la esfera personal (y también, valga si quieren el delirio o el juego psicológico, esta imagen preguntar de vuelta si la estoy comprendiendo_ p.e. un amigo, creyente o no, que crea otra cosa sobre algún principio o situación, me lo diga y en sus palabras pueda yo reconocer precisamente a Dios).
** Personalmente crecí cambiando temor de Dios por amor de Dios en mi infancia y me mantuve en ello considerando que el temor al Padre, que se nos relata en el hijo pródigo, debía ser un error.

miércoles, 4 de enero de 2012

Heard

Simeón pudo ver llegar el Reino de Dios porque lo esperaba.

Dichosos
Bienventurados


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